La devoción a la Virgen Santísima del Rocío, hoy la más extendida y amplia de toda Andalucía, pues que comprende a todas las Provincias, con Hermandades en todas sus capitales, y tiene su epicentro en la Aldea famosa que lleva su nombre precioso, evocador y bíblico, y brilla de modo singular en todo el área occidental de la Andalucía Baja: Huelva, Sevilla y Cádiz, y más aún y sobre todo, en ese triángulo de fervores de Sanlúcar, Jerez y el gran Puerto de Santa María; triángulo ya desbordado en Hermandades por la de Cádiz y las de la Línea de la Concepción y del Campo de Gibraltar, que han actuado de polo de atracción de la Costa del Sol, Málaga, Granada y Almería.
Ese rincón, singularmente gaditano, formado por Sanlúcar, Rota, Jerez y los Puertos echó hondas raíces en los arenales extensos, separados por la línea de plata del Guadalquivir famoso, el río grande de los árabes, el río que más sabe de amores a la Virgen, y que goza de orillas de piedad mariana. Jerez tiene sus amores patronales en la Virgen Santísima de la Merced, Coronada; Sanlúcar de Barrameda exterioriza con orgullo su fervor señorial y austero en su Virgen de la Caridad, igualmente coronada; amor coronado en gloria de la ciudad de Sanlúcar, puerta que se abre al Océano, para recibir los amores de Jaén, Andújar y Córdoba agarena, y los lleva mar adentro hasta la América hispana; como Puerto Real se hizo baluarte con su Patrona de Lourdes, y Rota y Cádiz, con la misma Virgen del Rosario, también coronada, Galeona de mares ignotos; y en el fondo de la Bahía gaditana, la Gran Ciudad y Puerto de Santa María, Santa María de los Milagros, también coronada, gloria de este rincón marinero, que ocupa el centro de ese Rosario mariano de los cinco misterios gloriosos, que es, ha sido, y será siempre la gran y luminosa Bahía de Cádiz.
Pero nada de esto ha sido obstáculo para que todos estos pueblos dediquen también sus fervores, desde siglos pretéritos, a la Virgen Santísima del Rocío. Podemos afirmar que toda esta costa de la Andalucía baja, blanca y luminosa como sus salinas, es una gran antífona mariana en honor a la Virgen; y así aquel Hermano Mayor de la renacida Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de El Puerto de Santa María, Don Antonio Caballero Noguera, encabezaba un artículo en la revista ROCÍO, órgano oficial de las Hermandades Rocieras, con estas palabras, que aparecen mas bien sacadas de un salmo de gloria de la Biblia: «Marismas y mares, esteros y olas, bendecid a la Blanca Paloma». Así cantaban sus amores los rocieros portuenses, henchidos de entusiasmo al ver colmados sus anhelos de que la Virgen del Rocío tuviera de nuevo su nido en El Puerto de Santa María. Era el año 1959, en que fueron aprobadas sus Reglas y constituida de nuevo en Hermandad rociera, en el Puerto de la Virgen.
Por ello podemos afirmar, que los fervores rocieros de El Puerto de Santa María, gozan de una antigüedad de siglos, que debilitó, sin saberse por qué, la incuria de los tiempos. Y el mayor testimonio de esta afirmación la puede aportar la propia Hermandad Matriz, que en sus Reglas, elaboradas en 1757, y aprobadas en 1758, impresas, en cuya página 11, dice literalmente:
“El ejemplo de la Hermandad, fundada por la Villa de Almonte, movió a la de Villamanrique, Pilas, la Palma y Rota, y a las ciudades de Sanlúcar, Moguer y El Puerto de Santa María para instituir igualmente Hermandades, que anualmente concurriesen a la función que en obsequio de Nuestra Señora del Rocío se hace en la mencionada Iglesia.
Era, por tanto, la Hermandad del Rocío de El Puerto, según el orden por el que se citan, la octava Hermandad de las que cada año asistían a la Romería famosa.
Cual fuera la causa de la decadencia o de la pérdida de antigüedad o desaparición, se encuentra del mismo modo especificado en dichas Reglas de la Hermanad Matriz, pues en ese mismo Capítulo VI, en que se mencionan las Hermandades existentes, presididas por la de Almonte, se hace constar que “el orden de antigüedad se pierde por faltar un año a la Fiesta”; y más adelante se especifica que “a la Hermandad que esto aconteciere, perdería no un puesto, sino ocho lugares, colocándose en el último”.
No conocemos documentalmente las motivaciones de la desaparición de la primitiva Hermandad rociera de El Puerto de Santa María, ciudad tan amante y fervorosa de la Virgen, a la que lleva hasta en su nombre, pero desde luego no cabe duda de que sería por faltar uno o varios años a la Fiesta de la Virgen en la Aldea, en la festividad llamada del Espíritu Santo, la de Pentecostés gloriosa, pero no debemos olvidar la situación política de la época, los hechos históricos, que ocurrieron en Cádiz y más concretamente en la Bahía, y el asedio de la escuadra anglo/holandesa, con gran lujo de artillería en las citadas fechas del Siglo XVIII.
Cualquiera de estas motivaciones, y sobre todo la última, pudo ser causa suficiente para que la Hermandad se viera sumida en un profundo letargo, que duró años y siglos. Pero no se perdió la semilla de fervores. Y así, según se hace constar en la reseñada histórica de la actual renacida Hermandad, citados en la obra “Rocío, (Fe y alegría de un pueblo), en el tomo III, página 213, se dice: “Según el historiador portuense, Don Hipólito Sancho, en su libro “HISTORIA DEL PUERTO” la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío se encontraba ubicada en la Ermita de Santa Lucía de esta Ciudad, según se comprueba por los libros de pagos de misas y fiestas que celebró la Hermandad del Rocío en dicha Ermita. La antigüedad de dicha Ermita es desconocida, aunque su existencia es anterior a 1574, ya que en escritura, otorgada ante el notario, García Hernández de Olivares, expedida en 6 de Diciembre de 1574, aparece mencionada la calle Santa Lucía, nombre que tomó debido a la existencia de la Ermita en dicha calle”.
Pero el mejor testimonio de la Hermandad, referente a su antigüedad rociera es también del mismo historiador prestigioso del Puerto, Don Hipólito Sancho, que asegura que “en los archivos de la Iglesia Mayor Prioral de El Puerto de Santa María, existían otros documentos de pagos de misas del siglo XVIII, efectuados por la Hermandad del Rocío, establecida ya en la desaparecida Capilla, que se encontraba en la calle Santa Lucía 9 (estrecha), y posteriormente se instaló allí la Comunidad de las Capuchinas”. En efecto, el Arzobispo de Sevilla, Don Luis Salcedo y Ascona, otorga a la Orden de las Pobres Capuchinas licencia para su convento en la ciudad portuense en 1729, precisamente en la citada Ermita, de la que tomaron posesión el día 15 de Octubre de 1729, asistiendo a su recepción la Hermandad del Rocío de El Puerto de Santa María.
La más preciosa reliquia de esta semilla de fervores, latente y en silencioso de siglos, lo constituye el célebre cuadro de la Virgen Santísima del Rocío, pintado al óleo, que esperaba el anhelo de nuevos fervores en la Capilla de San Antonio de la hermosa Iglesia Mayor Prioral de Santa María y en el que se reza literalmente la siguiente inscripción: “VERDADERO RETRATO DE NUESTRA SEÑORA DEL ROCÍO, VENERADA EN SU ERMITA, TÉRMINO DE ALMONTE. HERMANDAD DEL PUERTO DE SANTA MARÍA, 1768”. Algunas de estas palabras, se inscriben en el cuadro en abreviaturas, muy corriente en la época; pero nosotros hemos transcrito de este modo para su mejor comprensión y fácil lectura.
Por esta inscripción se prueba fehacientemente que en la Gran Ciudad y Puerto de Santa María, estuvo constituida en 1768, una de las más antiguas Hermandades rocieras en honor y gloria de la Blanca Paloma, Reina de las Marismas Almonteñas.
Pasaron muchos años, casi dos siglos, para que fructificara de nuevo el gozo de los hermanos y renaciera la Hermandad actual, encargada de llevar hasta el Rocío junto con la brisa marinera y las cadencias musicales de las “alegrías”, ansias de nuevos fervores, que se abrían en gozo con el bagaje espiritual de una muy gloriosa tradición, digna siempre de todo respeto y admiración.
Ya por el año 1958, las ascuas se hicieron bravas, y quedó constituida la Comisión Reorganizadora, que secundó el anhelo de fervores del incansable Don Rafael Sevilla López, y que estuvo formada por los siguientes señores, todos ellos rocieros de la mejor calidad: Don Antonio Caballero Noguera, Don Rafael Sevilla López, Don Jesús Py Bononato, Don Antonio Ojeda Cantera, Don Emilio Sánchez, Don Daniel Rascón Macías, Don Federico Sánchez Pece y del Puerto, Don Fernando Torrent Sánchez, Don Rafael Tejada Prieto, Don Rafael Felices Morro.
Pero más que ellos, con todo su entusiasmo, debió ser la Blanca Paloma de Almonte la auténtica inspiradora de ese grupo de hombres, que sin escatimar sacrificios, tomaron la honrosa tarea de labrar de nuevo el nido precioso de El Puerto de Santa María para que se posara la Blanca Paloma, y de preparar el nuevo redil del Rocío hermoso. Y en efecto el 26 de Febrero de 1958 el Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Bueno Monreal, Arzobispo de Sevilla, otorgaba a la Hermandad del Rocío de El Puerto de Santa María, la constitución canónica en la Parroquia de San Joaquín, y su primer Director Espiritual de nombramiento, fue su celoso Párroco, Don José María Rivas Rodríguez, Pbro., hasta el día 2 de Enero de 1995, fecha en que marchó hacia las Marismas Celestiales junto a la Virgen del Rocío.
Seguiremos consignando los hitos de su historia. El día 10 de Mayo de 1958, a ocho días del Rocío Grande, se celebraron los primeros cultos de la renacida Hermandad en la artística Iglesia de las Pobres Capuchinas, donde recibe culto el Santísimo Cristo del Amor, lacerado su Cuerpo hasta el punto de que “Se pueden contar todos sus huesos”. De este modo, tan emotivo y entrañable, nos lo describe el primer Hermano Mayor de la Hermandad renacida, Don Antonio Caballero Noguera, en un precioso artículo que apareció en la revista ROCÍO, órgano oficial de las Hermandades Rocieras, con sede en Almonte.
Flores, incienso, canto litúrgico, victimación de Cristo, dentro; fuera, el pitero y su tamboril, ambientando de auras rocieras las calles portuenses. Un hijo de San Francisco, enamorado de la Santísima Virgen, explicando a los oyentes la más cálida y más bella lección, mariano-rociera, que imaginarse pueda”.
El escritor sabe que está escribiendo historia, de amor y espiritualidad; así lo recoge el primer Hermano Mayor: “un texto de San Bernardo: “no se aparte este nombre de tu boca, y que su recuerdo no se borre de tu corazón; y para conseguir los efectos de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud”, y fue el escogido por el orador sagrado como tema de su oración”.
Con cuanta emoción vivirían los hermanos primeros de la renacida Hermandad, cuando tan hondo caló en el Hermano Mayor la Palabra de Dios, que enardeció a todos. Y después vino la alegría y el gozo inefable de todos, de lo que fue testigo de excepción la Hermandad querida de Sanlúcar de Barrameda. Así lo refiere con su emocionada prosa su primer paladín entusiasta de la Virgen, y ya su Hermano Mayor, de este modo:
Luego, dice Caballero, en santa compañía, al estilo rociero, entre Vivas a la Blanca Paloma, a la Virgen del Rocío, a la Reina de las Marismas, a la Reina de Andalucía, entre bucólicas tomadas de pitero y golpes de tamboril, corrió el vino abundante, se cantaron infinitas seguidillas rocieras, se brindó por la restaurada Hermandad, se hicieron votos por su prosperidad, y emplazándose para ocho días vistas en la ermita de Almonte, terminose aquel acto gratísimo por todos conceptos.
Y ese gozo inefable del Hermano Mayor que daba nueva vida a la Hermandad Rociera Portuense, encontraba su último desahogo en aquel día con estas palabras, solemnes como un salmo y jocundas como un estímulo que todavía pervive:
“Que El Puerto, Señor, sabe hacer bien las cosas; por algo es tierra de caballeros. ¡Viva la Blanca Paloma!
Así renació la Hermandad en 1958; y en 1959 llevó ya su primer Simpecado, sobre un lienzo que representaba a la Virgen Santísima del Rocío, pintada por el artista portuense, Guillermo Silóniz, que lo donó a la Hermandad que ésta presentó a la Virgen Santísima del Rocío en los tres primeros años de su renacida vida. En la primera presentación en El Rocío, fue apadrinada por la primera Hermandad filial de Villamanrique de la Condesa, siendo el Hermano Mayor de la Hermandad Madrina, Don José Solís Boyard.
Fuente: Hdad. del Puerto de Santa María
Maika Anelo sanchez
En que año fue el cambio en que llega la hermandad al puerto en jueves en vez de miercoles.