La Hermandad del Rocío de Isla Cristina ha finalizado su temporada de Salve (hasta febrero no comienza de nuevo), con la Oración dedicada a todos Los Santos y Difuntos, corriendo a cargo, como ya se había anunciado para este viernes día tres de noviembre, por el Rvdo. Padre D. Francisco Miguel Valencia Bando. Y así, ante un grupo muy reducido de hermanos, ya que las inclemencias del tiempo lo provocaron, a las once de la noche, comenzó su oratoria para acabar rezando la Salve:
«Señor, miramos a tu alrededor y contemplamos las cosas bellas que has creado para nosotros: la luz, el color, el movimiento, la armonía de la naturaleza, tu Madre. Y queremos darte gracias por el amor que nos tienes.
Pero, además, pusiste a nuestro lado a seres queridos para compartir la felicidad de vivir y los dolores de la vida.
Nosotros quisiéramos que ellos siempre estuvieran a nuestro lado, porque con ellos vivimos momentos inolvidable de alegría, de dolor, de cariño.
Hoy comprendemos que, aunque el desprendimiento nos duela, no puedo cortarles las alas para impedirles que vuelen lejos, en busca de nuevos horizontes.
Pero los extrañamos y, a veces, aparecen lágrimas en nuestros ojos cuando los recordamos.
No permitas, Señor, que perdamos la alegría o que nos invada la depresión cuando los recordemos. Danos la gracia de entregárselos a tu Madre para que los cuide y los llene de tu gozo.
Y con la delicadeza con que Tú tratas nuestros corazones, libéralo de todo apego egoísta y los deje, a ellos, libres para caminar hacia la felicidad.
Nos duele aceptar la muerte de nuestros seres queridos; sobre todo, si se van cuando más los necesitamos. ¡María, Tú sabes cuánto cuesta desprenderse de los que están a nuestro lado. Tú tuviste que dejar marchar a tu hijo, lo único que tenías, sabiendo que la frontera que separa el tiempo de la eternidad es la puerta de la muerte!.
¡Tú sabes, Madre, como lo sabemos nosotros, que hemos sido creados para Dios y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descansemos en Él. Acompaña a nuestros hermanos difuntos en este peregrinar definitivo, Tú que tantas veces los acompañaste por las arenas de los caminos hasta llegar a tu regazo. Condúcelos a las marismas eternas, más allá del sol, donde reina la paz y el amor, donde la alegría es perfecta, donde la luz brilla, donde Tú secas cada lágrima y se cura todo dolor. Allí donde las inquietudes desaparecen y no existe la tristeza ni el cansancio, porque tu divina presencia y la de Dios lo colma todo, lo invade todo con su belleza.
Por eso ya no queremos atar a los que dejaron este mundo. Hoy, con tu gracia, te los entregamos Madre. Aceptamos que sean inmensamente felices contigo y con todos los Santos. Permíteles recorrer contigo las luminosas arenas del cielo, cantar con el coro de los ángeles y arder en tu loco amor.
Ellos saben que han sido un regalo irrepetible en nuestras vidas. Que mientras sigamos viviendo, ellos formarán parte de nosotros: cada palabra que pronunciaron, quedarán selladas en nuestros labios; cada gesto que hicieron quedará grabado en nuestras retinas; cada abrazo que nos dieron quedarán para siempre en nuestro cuerpo y.. cada detalle de amor que tuvieron quedarán grabados en nuestro corazón.
Te damos gracias por el tiempo que los tuvimos a nuestro lado, y te pedimos que nos ayudes a vivir bien esta vida para reencontrarlos un día en la fiesta del Amor, en tu Rocío eterno».
(En las fotos: El Padre Francisco durante su recordatorio, con el Presidente y la Hermana Mayor y ante la Carreta del Simpecado)