Añoranza del frescor de esa mañana en la que los ecos de tamboriles te inundan el alma, olores de camino, zahones y botos recién “engrasaos”, peinecillos y flores en el pelo, caballos nerviosos siguiendo las estelas de los cohetes que anuncian que la Hermandad se echa al camino un año más. Simpecado entronizado en carreta de plata pintada con los miles de colores que la Virgen concedió a las flores.
Añoranza de amigos que vienen, de amigos que se quedan, de amigos que ya nunca te darán su medalla para que se la presentes a la Señora. Lágrimas en el adiós, lágrimas a veces furtivas a veces presumidas. Añoranza de añoranzas, de aquellas que ya no se repetirán.
¿Qué haré Madre cuando vea perderse a lo lejos tu imagen en el espejo del Simpecado de mi Hermandad?.
Añoranza de tamboriles al llegar la aurora, de aromas de campo “rociao”, de olor a café recién hecho, de “¡buenos días romero!”, de Santa Misa con coro de pajarillos, de trajín de boyeros y de voz de alcalde de carreta.
Los caminos habrán florecido, el sol subirá hasta “tó” lo alto para cubrir los pinares y yo empezaré a soñar con el año que viene. Empezar otra cuenta sin haber terminado esta, largo será de contar Compadre. ¡Añoranzas!.
Añoranza de crujir de carretas, de sones de campanitas, “El ángel del Señor anunció a María…” , de cantares en mitad del camino, de arenas de camino, de descanso de peregrino a la sombra regalada de un pino en Playero. Añoranza de manto de ramas, de matorrales con pinceladas de adelfas y de vara peregrina coronada por una cinta blanca y azul que un día me trajo prendido un hermoso corazón.
Y la brisa de mi ciudad me traerá sueños de olores y colores, frescor que seca sudores en sueños y lágrimas que no puedo dejar que asomen, mi ciudad me recordará donde estoy y me hará ver de nuevo la certeza de la distancia.
Añoranza de rocío que en la noche riega los avemarías de un rosario que se eleva hasta el mismo cielo, de lanza iluminada con velas que son agradecimientos y peticiones, de perdones y arrepentimientos, luces de gracia. Añoranza de oración cantada bajo una bóveda de lunares blancos, de duermevela al calorcito de una hoguera, de un sueño en el que le cambia la cara a la Virgen del Rocío porque sabe que voy a verla. ¡Añoranzas!. Añoranza de su cara, blanca azucena, en mi sueño, de susurrarte bajito cuánto te quiero.
Y dudaré. No sabré si ahogar mi pena con cantares que me hagan revivir momentos o con la propia negación y olvido.
Añoranza de río festivo y bautismal y de arroyo alegre y triste, principio y fin de mi caminar o quizás fin y principio del caminar de todo rociero. Añoranza de vivencias y emociones, de rosario de camino, de Charca y de mar de peregrinos, de latir de arenas al compás de ¡Huelva, Huelva!, de chaparrón de pétalos sobre una Paloma.
Quizás la medalla que adorna mi cabecera descanse sobre mi pecho toda esa semana de añoranzas. ¡Quizás no!. Quizás la descuelgue y la haga dormir en un cajón. Quizás también ella sufra añoranzas.
Añoranza de eucaristía con ciento cuatro espejos donde la Señora se mira para arreglarse esas flores y para poner guapo al Pastorcito, de calor de amigos, de reencuentros, de escoltas de bengalas que en la noche nos van llevando poquito a poco hacía Su vera.
Emoción y nervios que templándose esperan ese momento mágico, la magia soñada durante todo un año, mágico momento en el que Ella vuela deseosa de reunirse con nosotros. Soñar con verte venir para que acabes con mis penas, para sentirte más dentro de mí. Soñar, seguir soñando, soñar y soñar.
Añoranza de Almonte bajo sus andas, de apreturas y sudores, de sentirla sobre mí, de ver Su carita de rosa desde el costero a las claritas del día. Amorosa silueta dibujada sobre el lienzo claroscuro pintado por la mano de Dios. Y sentir las huellas de la madrugada, el despertar de Pentecostés que nos sorprende con caritas de sueño. Añoranza de soledad entre el gentío, de deambular tras Ella por la aldea, “de lao a lao”, como enamorado que medio sonámbulo sigue a su amada sin importarle más que Su estela.
“Si cien veces me llamaras cien veces que yo vendría por ver de nuevo Tu cara a las claritas del día”.
Añoranza de lágrimas en el adiós, lágrimas que te pido no me tengas en cuenta. ¡Son de amor, son de gratitud, son de pena aliviada!.
Añoranza. Añoranza de todas esas cosas que me llenan de paz el corazón.
Te juro, Rocío, que no me vuelvo a quedar .
Argaijo (Miembro del Foro)