Fue, como hemos escrito, el producto de la fiebre de las Coronaciones Canónicas que sacudió Hispanoamérica y España desde finales del siglo XIX, entre otras razones. En un período histórico convulso en el que la Iglesia encontró en estas imágenes de la Santísima Virgen con amplio reconocimiento social, un baluarte para combatir el alejamiento de las prácticas religiosas y los nuevos movimientos políticos y sociales que crecían vertiginosamente en Occidente, propugnando un mundo sin Dios.
En el caso concreto del Rocío hay que situarla también en el período de eclosión inmaculista que vive la ciudad de Sevilla entre 1904 y 1915. No en vano, siendo arzobispo el venerable Cardenal Spínola, se celebraba el cincuentenario del Dogma de la Inmaculada Concepción de María, “Ineffabilis Deus”, decretado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, que tanto entusiasmo provocó en la archidiócesis Hispalense y exacerbó los sentimientos marianos. Defensora histórica de este Misterio que incluso produjo una iconografía propia de referencia internacional, de la mano de artistas como Murillo o Martínez Montañés. De su mano vino la Coronación de la Virgen de los Reyes, patrona de la archidiócesis, la primera llevada a cabo en su amplia jurisdicción, el día 8 de diciembre de 1904. Un verdadero estallido devocional que no hizo más que subir de temperatura hasta 1915, en medio de la excitación conmemorativa colectiva de principios del siglo XX, cuando se celebró en ella el III Centenario del primer Voto de Sangre a la Pura y Limpia Concepción que había formulado por vez primera para toda la cristiandad la hermandad de San Antonio Abad, el día 29 de septiembre de 1615. Para entonces ocupaba ya el palacio episcopal de la plaza Virgen de los Reyes, el cardenal Enrique Almaraz y Santos.
Con este último motivo, la ciudad entera se comprometió a levantar un gran memorial a la Inmaculada en la plaza del Triunfo, levantado por cuestación popular, obra del arquitecto José Espiau y Muñoz y del escultor Lorenzo Coullat Valera. El día que se inauguró, 8 de diciembre de 1918, coincidió con el festival taurino que, a beneficio de la Coronación de la Virgen del Rocío, se organizó en la Monumental de San Bernardo, propiedad del diestro José Ortega “Gallito”, miembro de las Juntas de la Coronación; cuya coincidencia no fue del agrado del Sr. Cardenal.
Lo cierto es que estando los principales protagonistas de la iniciativa avecindados o relacionados con la ciudad de Sevilla, a cuya archidiócesis pertenecía la actual provincia de Huelva, con particular y especial mención al párroco del Divino Salvador, el Rvdo. Juan Luis de Cózar y Lázaro, promocionado recientemente desde la parroquial almonteña, secretario de la Junta de Caballeros y mentor del proyecto. Y siendo canónigo del Cabildo Metropolitano el impulsor de la misma, el Rvdo. Juan Francisco Muñoz y Pabón, es evidente que el Misterio de su Concepción Inmaculada, tan presente en la historia de la devoción rociera, iba a protagonizar la efeméride. Basta recordar que la proclamación del patronazgo de la Virgen del Rocío se había producido a raíz del Voto Concepcionista de las instituciones almonteñas, el 29 de junio de 1653; o que se había elegido el Simpecado como insignia en la que replicar la efigie de la Virgen en todas y cada una de las hermandades rocieras, siendo elemento distintivo de esta piedad.
Ese protagonismo del movimiento inmaculista quedó sellado para siempre en la corona elegida como modelo para realizar la de la Virgen del Rocío por el canónigo hinojero: “la corona de Arfe” de la Inmaculada grande de la catedral de Sevilla, conocida como “La Cieguecita”. Y en la incorporación por vez primera a su ajuar de la paloma, en el manto de “los Montpensier”, con alusión a la Pureza de María, bordada probablemente en el taller de Rodríguez Ojeda. La misma que coronó con este sentido el mármol conmemorativo que se labró, o que dio título intencionado a la recopilación de las crónicas de aquella Romería, realizadas por Muñoz y Pabón para el diario El Debate de Madrid, “La Blanca Paloma”. De modo, que podemos concluir en el ocaso del Centenario de esta celebración, que la Coronación Canónica de la Virgen del Rocío fue de principio a fin un canto a su Concepción Inmaculada.
Santiago Padilla Díaz de la Serna, Presidente de la Hdad. Matriz de Almonte.
Publicado en ABC de Sevilla el 7 de diciembre de 2019