Autor |
Tema: ¿Sabes que te quiero?... (Leido 450 veces) |
|
jr
Miembro del Foro

 Rocío, Ilusión de vida...
Temas iniciados: 14
|
 |
¿Sabes que te quiero?...
« fecha: 11.12.08 a las 02:35:52 » |
Cita Editar
|
Se paseó la luna con un encanto especial aquella noche. Una vez más, la acompañamos en su particular periplo por el mundo de los sueños. La verdad es que hacía mucho tiempo que no vivíamos un momento tan especial. Fue una racha dura. De esas en las que las fuerzas flaquean y que, por mucho que te afanes en encontrar la luz que da la vida, no consigues más que vislumbrar sombras y tinieblas. El bregar constantemente hace que pierdas hasta la noción del tiempo. Te obcecas en seguir adelante y no te das cuenta que vas dejando en el camino demasiadas cosas. Ay!, del pobre que no tenga a su lado alguien que se encargue de irlas recogiendo y guardarlas a buen recaudo para cuando vengan tiempos mejores... Al final todo pasa. Te aferras a tu fe igual que el naufraqo al viejo tronco que le mantiene a flote. Y cómo no... Qué sería de nosotros si no tuvieramos a nuestro lado a esas personas que te quieren por encima de todo, que darían hasta el último aliento de sus vidas por ayudarte y verte feliz... Qué importante es tener buenos amigos en los momentos más duros, ¿verdad? Habíamos estado recordando vivencias de antaño que atrás quedaron en el tiempo, aletargadas. Esperando, con la impaciencia de un niño, a ser rescatadas en un día como ese, tan intenso como reconfortante. -La verdad que la jornada fue dura, -dijo, mientras se encendía otro cigarrillo-. -Uff! Ya te digo, compadre... ¿Cuánto tiempo hacía que no echabamos un ratillo como este, eh? -suspiramos los dos y se hizo el silencio-. Parecía que se había parado el tiempo mientras la noche, que llegaba a su fin, se despedía con el frescor típico de un invierno que exhalaba sus últimas bocanadas de vida. Ya se atisbaba la, tan esperada, primavera que este año prometía ser espectacular debido a la buena temporada de lluvias que había precedido. -Anda que este año tiene que estar el Coto!... -comenté a la vez que soñaba despierto-. -¿Vas a hacer el camino? -Sí, este año sí. Y además, ya sí vendrá Juan Manuel. -¡Anda el tío! No, si ya estaba tardando... Con tres añitos y ya va a hacer su primer camino. ¡Qué maravilla! Estará como loco, ¿no? -Imagínate... Ya le veo sobre mis brazos, rendido por el cansancio, mientras le canto bajito aquella sevillana que le hice para cuando naciera. -¿Cómo era? -me preguntó mientras sacaba otra vez la guitarra de la funda. Iba por aquí, ¿verdad? -Sí por ahí. Pero bájala un tonito, compadre, que la noche ha sido larga -nos sonreímos con ciertos sintomas de agotamiento-. Que sensación de paz, parecía como si desde allá arriba, en lo más alto, estuvieran escuchándonos. Todo era quietud y el mundo se hacía cada vez más pequeño ante unos ojos que, una vez más, fueron testigos callados de una complicidad infinita. Pura armonía... No mencionamos nada acerca de lo mal que se pasó, ni se oyó ninguna lamentación, ni tampoco queja alguna que hiciera recordar el amargo pasado. Atrás quedaban las fatigas, las lágrimas, los desvelos... Era momento de respirar aire nuevo y de renovar las fuerzas. Solamente se habló, con cierta nostalgía, de aquellos viajes fugaces e improvisados para verla a Ella. Para pedirle que todo saliera bien, que cesara la angustia y para que, por muy mal que fueran las cosas, no nos dejase desamparados y velara siempre por toda la gente que queríamos. Y allí seguíamos viendo despuntar la mañana que traía olores de añoranza por estar tan lejos de aquellos otros amaneceres, esos que te llenan el alma de vida. -Las mañanas en el Rocio son diferentes a las de aquí, eh? -afirmó con cierta ironía-. -No tiene nada que ver. -suspiraba yo, cogiéndole al mismo tiempo la guitarra-. El encanto de aquel rincón de Cielo no se puede comparar con nada en el mundo... -entonces, me vino a la mente una letrilla-. ¡Anda, compadre!, ¿cómo era aquella que cantabas, que iba de la primera vez que fuiste a verla? Uff!..., era una locura de bonita... ¿Te acuerdas? Antes siempre la cantabas en cualquier juerga. Cántamela, anda... Se quedó callado un instante, como queriendo recordarla. Yo supe que lo consiguió al percibir en sus ojos el atisbo de una emoción incontenible. -¡Pero, compadre! -Le di un abrazo-. Bueno, bueno... A estas alturas, ¿te me vas a poner melancólico?. -Él, con un gesto de disimulo, dijo como si no hubiera pasado nada: qué dices?! Anda, anda... Toca la guitarra y déjame en paz. Yo, soltando una carcajada, puse la cejilla y sin más empecé a tocarle por medio. -Ahí, ahí... -exclamó él. No hubiera cambiado ese momento por nada en el mundo-. Así estuvimos hasta que el cansancio venció, sin piedad, al ambiente de ensueño creado a fuerza de sentimientos a flor de piel y oraciones que volaron, en forma de sevillanas dormidas, hasta una Reina. -Hermano. -me susurró en voz baja como si fuera a decirme un secreto-. -Dime, Juan. -¿Sabes que te quiero? Allí nos tenías a los dos tiarracos arrecios de frío y a punto de echarse a llorar en medio de un solitario parque de cualquier sitio de Madrid. -Sí, compadre. Claro que sí. Entre nosotros sobran las palabras. Lo importante es saber que, pase lo que pase, siempre estaremos ahí para echarnos un cable. Y además, siempre está Ella. -Ella... -repitió, asintiendo con la cabeza-. Ella lo es todo en nuestras vidas. Todo carecería de sentido alguno. Mi Virgen del Rocío... -se cogió su medalla y la apretó fuertemente-. -Hay que darle gracias, siempre. Porque después de todo, aquí seguimos: cantándole como siempre lo hemos hecho y como seguiremos haciendo hasta que los que vengan detrás nos tomen el relevo y hagan de esta bendita herencia, su más preciado tesoro. -Qué así sea. -exclamó Juan, mirando al cielo con esperanza. Finalmente, tras guardar la guitarra, nos dimos otro abrazo. En ese momento, él saco su cartera y desliándolo muy cuidadosamente, descubrió el trocito de manto de la Virgen que, años atrás, yo le entregué. -Toma. -me dijo-. Ya me ha ayudado demasiado. Guardatelo para quien lo necesite ahora. -Mira, niño. Ese pedazo de Gloria lleva tu nombre desde el día que me lo dio aquel amigo mío de Dos Hermanas, justo antes de pasar la Virgen por la Hermandad. Recuero que me dijo: -toma, para tu compadre. Que sé que necesita que la Señora le eche una manilla-. Así que..., guardatelo que en buenas manos queda. Sin replicar ni una palabra me miró, y esbozando una leve sonrisa, se dio la vuelta y levantando el brazo hizo un gesto de despedida. Yo, mientras veía como encaminaba sus pasos hacia su casa, me abroché la zamarra hasta arriba del todo, miré al cielo y recé un Ave María. Así concluiría aquella magestuosa velada. Siendo este, el relato del final de una etapa en la vida de unos hombres que han hecho de su existencia un continuo caminar hacia Ella, Ntra. Sra. del Rocío. -Besos a todos. Os llevo siempre conmigo-. Jarote
|
COMPARTE "¿Sabes que te quiero?..." EN TU FACEBOOK
|
IP almacenada |
|
|
|
victoria
Miembro del Foro

 Viva la Virgen del Rocío
Temas iniciados: 1766
|
 |
Re: ¿Sabes que te quiero?...
« Responder #2 fecha: 11.12.08 a las 13:03:59 » |
Cita Editar
|
Entonces, ya hace algunos años, había una grua en Madrid, con un soniquete especial, en sus giros un compás de fandangos parece que se escuchaba, fandangos cantados en una reja a los Pies del mismo cielo. Hoy ya no es una grua la que canta, pero tu fandango quedó en el aire para que todo el que te quiere lo eescuche de vez en cuando, yo soy una de las privilegiadas que cuando estoy en el mismo sitio que aquel día, puedo escucharlo. Hoy, con tus palabras, ese fandango ha vuelto a mis oidos, tu fandango amigo mio, ese, y la sonrisa de Leo, que llevo siempre en mis pupilas. se te echa en falta. Os quiero. Toya
|
COMPARTE "¿Sabes que te quiero?..." EN TU FACEBOOK
|
IP almacenada |
|
|
|
|