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Tema: LEYENDA Y TRADICION (Leido 851 veces) |
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Jesu
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Y ESE SIMPECAO AZUL DELIRIO DE MIS DELIRIOS
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LEYENDA Y TRADICION
« fecha: 27.04.05 a las 17:26:14 » |
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LA LEYENDA La Virgen del Rocío no es obra humana, que bajo de los cielos una mañana. Eso seria para ser Reina y Madre de Andalucía. El pueblo, sencillo y devoto, ha tratado de suplir con fervor la hasta ahora ignorada historia de la devoción rociera. Esta seguida de de Muñoz y Pabon que he copiado recoje un vieja y bella leyenda. Pudo haber sido- pienso-, una pura y misteriosa madrugada. La noche, límpida y clara, deja de ver las arenas de oro de su fondo. El boscaje y la frondosa espesura de las Rocinas no resuenan con ese sordo y tácito rumor de la selva. Laten, apagados, todo sonido y toda fosforescencia. En el solemne silencio, la noche parece aguardar el rompimiento de algún grandioso virginal misterio. El azul de la noche se retrae, y una tibia polvareda de estrellas, dorada y fulguralmente, se cierne, mansa, de horizonte a horizonte. El cervatillo, temeroso, detuvo su carrera; tiemblan el tierno jabato y el enodio en su repuesto escondrijo. Y el lobo, el hispido jabalí y el lince fieros aguzaron las orejas mirando al cielo. No cruza el alto herbazal el relincho del brioso potro ni de la yegua de la crin al viento. Y el águila real más bella, pasmada y encendida, clava su aguda vista en las más altas estrellas. El toro, poderoso y bravo, levanto al cielo su testa en un mudo bramido, y el cielo todo se le espejo en sus ojos, olvidados de vivir. Por un tiempo quedo en suspenso la rueda de la vida. Y un denso aroma, como una luz espesa, se eleva y se levanta, difundiendo fragancia de junco, de romero, de bayunco, de arrayán, mastranzo, jara, taraje, lirios…, y el humedo alentar de la marisma inmensa. Y cuando el alba se hacia, cuando el oriente quiebra albores y la noche se deslíe sobre el horizonte en una blanda flora celestial, la intrincada selva, enjoyada de rocío, olorosa de su propio latir, y el aire, se iluminan de un color no usado; toda la pajarería incendia los aires de trinos, de luces, de brasas y de colores; parece como si la tierra toda se hubiese alzado en vuelo. Si hizo una armonía inusitada. Y entre tanto esplendor, desciende de lo alto, sobre un viento imposible, nublada de Ángeles, la Reina de los Cielos, flotando gloriosa y vertical, en el piélago transparente de los aires, blandamente mecida por e místico soplo del Espíritu Santo. Ya se posa la Señora sobre el rustico trono de paz de un milenario acebuche, rodeados sus oros y sus luces de renuevos de verde plata. ¡Que amanecer de paraíso! ¡Que plenitud sin nombre la mañana! Ángeles tamborileros por vez primera tañían la alborada rociera, una melodía de égloga, con el alma de romero en flor y lirio de oro de la Madre, con suave ternura de cielo rosado, con perfume de lirio marismeño, armonía bajada del cielo para que los tamborileros de Andalucía despierten a las almas al albor, por que se acerca la Pastora de las Marismas, y el Divino Pastor viene con ella para pastorearnos. (Sigue)
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Jesu
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Y ESE SIMPECAO AZUL DELIRIO DE MIS DELIRIOS
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Re: LEYENDA Y TRADICION
« Responder #1 fecha: 27.04.05 a las 17:26:38 » |
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TRADICION La Rocinas fue el sitio que eligio, y a un almonteño con mucha fe la Virgen se le apareció. La tradición del pueblo almonteño acerca de la aparición de la sagrada imagen de su patrona, debió formarse en la primera mitad del siglo XVI, cuando la devoción a Santa Maria de las Rocinas alcanzaba preponderancia sobre las demás advocaciones marianas de la villa. La tradición almonteña presenta los mismos rasgos característicos de todas las antiguas tradiciones de apariciones de imágenes de la Virgen en toda España. La primera versión escrita que de dicha tradición conocemos, es la recogida en la Regla de la Ilustre, Más Antigua y Principal Hermandad de Nuestra Señora del Rocío, de Almonte, de 1758. He aquí el relato: Entrado el siglo XV de la Encarnación del Verbo Eterno, un hombre que, o apacentaba ganado o había salido a cazar, hallándose en el termino de la villa de Almonte, en el sitio llamado la Rocina, cuyas malezas le hacia impracticable a humanas plantas y solo accesible a las aves y silvestres fieras, advirtió en la vehemencia del ladrido de los perros, que se ocultaba en aquella selva alguna cosa que les movía a aquellas expresiones de su natural instinto. Penetro, aunque a costa de no pocos trabajos, y, en medio de las espinas, hallo la imagen de aquel sagrado lirio intacto de las espinas del pecado, vio entre las zarzas el simulacro de aquella zarza mística ilesa en medio de los ardores del original delito; miro una imagen de la Reina de los Ángeles de estatura natural, colocada sobre el tronco de un árbol. Era de talla, y su belleza peregrina. Vestiase de una túnica de lino en blanco y verde, y era su portentosa hermosura atractivo aun para la imaginación mas libertina. Hallazgo tan precioso como no esperado, lleno al hombre de un gozo sobre toda ponderación, y, queriendo hacer a todos patente tanta dicha, a costa de sus afanes, desmontando parte de aquel cerrado bosque, saco en sus hombros la soberana imagen a campo descubierto. Pero, como fuese su intención colocar en la villa de Almonte, distante tres leguas de aquel sitio, el bello simulacro, siguiendo en sus intentos piadosos, se quedo dormido a esfuerzo de su cansancio y su fatiga. Despertó y se hago sin la sagrada imagen; penetrando de dolor, volvió al sitio donde la vio primero, y allí la encontró como antes. Vino a Almonte y refirió todo lo sucedido, con la cual noticia salieron al clero y cabildo de esta villa y hallaron la santa imagen en lugar y modo que el hombre les habría referido, notando ilesa su belleza, no obstante el largo tiempo que había estado expuesta a la inclemencia de los tiempos, lluvias, rayos de sol y tempestades. Poseídos de la devoción y del respeto, la sacaron de entre las malezas, y la pusieron en la iglesia mayor de dicha villa, entre tanto que en aquella selva se labraba templo. Hizose, en efecto, una pequeña ermita de diez varas de largo, y se construyo el altar para colocar la imagen, de tal modo que el tronco en que fue hallada le sirviera de peana. Adorándose en aquel sitio con el nombre de la Virgen de las Rocinas.
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