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Tema: UN ALMONTEÑO ANCIANO (Leido 1181 veces) |
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chilindrina
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 Viva la Virgen del Rocío
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UN ALMONTEÑO ANCIANO
« fecha: 09.06.08 a las 22:22:27 » |
Cita Editar
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Esta historia que quiero compartir con vosotros lo he leido de un libro escrito por santiago padilla diaz de la serna. "...Habian llegao sus ultimos momentos en esta vida, y D. Carlos, que se señaló en Almonte, por la magnifica labor de apostolado que hizo entre los mas desheredados y los enfermos del pueblo, lo visitaba a diario, con el ánimo de administrarle el Santo Sacramento de la Extrema Unción de Enfermos. Sr. Juan, el protagonista de esta historia, y solo Dios sabe de cuantas otras, moribundo, en pleno uso de sus facultades mentales, en la cuenta atras de sus ultimos dias en esta vida, se resistia una y otra vez a recibir el referido Sacramento. Hombre de escasa ilustracion, no habia sido cristiano practicante en su vida, y no sabia por tanto, cual era el significado y el valor del Sacramento. Una y otra vez, cada vez con menos fuerzas, le manifestaba a D. Carlos: "Pero, D. Carlos, si yo no he hecho nunca mal a nadie, yo lo unico, que he hecho en mi vida ha sido trabajar y trabajar de sol a sol, para sacar a mi familia adelante. Yo no necesito confesarme". D. Carlos, sin embargo, persistia en su mision, en sus deseos de confortar al anciano espiritualmente con todas las cualidades del Sacramento. Un dia, alguien hablando del tema con el sacerdote, le apunto: "D. Carlos, y n se le ha ocurrido a usted hablarle a Sr. Juan de la Virgen del Rocio". "¡Caramba!-dijo D.Carlos-, que entonces estaba recien llegado, "pues no se me ha ocurrido". Un fallo de principiante. Al dia siguiente, cuando fue a visitar al anciano, éste ya en un estado critico de salud, lo primero que le pregunto cogiendole de la mano fue: "¿Sr Juan, cuantas veces se ha metido usted en su vida debajo del paso de la Virgen del Rocio?". Fue como provocar el trance de mejora del anciano, antes de su muerte. ASr.Juan, que permanecia con los ojos cerrados, se le abrieron e iluminaron los ojos como platos, y apretando la mano del joven sacerdote, con la mirada perdida, le contesto: "Yo, muchas veces, D.Carlos, muchas veces me he partio el pecho debajo de las andas de la Virgen". "Y usted Sr. Juan, -le pregunto intencionadamente D.Carlos- ¿que seria capaz de hacer ahora mismo por la Virgen del Rocio?" "Por a Virgen del Rocio. Yo, D.Carlos, yo" -el anciano saco fuerzas de donde no tenia- e incorporandose en la cama le contesto: "Yo soy capaz ahora mismo de toreá, de toreá si hace falta por mi Virgen del Rocio". Ante esta imponderable y emocionante actitud y respuesta del anciano moribundo, D.Carlos le manifesto: "Pues Sr. Juan, la Virgen del Rocio, lo unico que te pide en estos momentos, es que te confieses". Y Sr. Juan se confeso, y a las pocas horas habia subido al Rocio del Cielo".
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