La hermandad del Rocío de Dos Hermanas ha celebrado este fin de semana el cabildo de elecciones. Un mero trámite –sólo había un candidato– si no fuera porque el nuevo hermano mayor, Jesús Toquero, va a disfrutar de una etapa dorada: la conmemoración el próximo año de su 75 aniversario.
“Me ha tocado vivir una época bonita de la corporación» comentó ayer, con la satisfacción de que en su peso caiga la responsabilidad de dar a conocer la devoción y la historia de la decimosexta hermandad más antigua de Sevilla, que no tuvo unos inicios fáciles.
En el año 1933, en tiempos de la II República, poco propicios para la constitución de cofradías nació la hermandad nazarena del Rocío.
Pero eso no significa que no hubiera anteriormente devoción hacia la Virgen de las marismas. La tradición rociera en Dos Hermanas viene de lejos, ya que eran muchas las familias nazarenas que iban a la aldea, como los Caques –de apellido Dios–, los Cocoreras –de apellido Jiménez- y los Pelaos –de apellido Caro–.
Corría los inicios del siglo XX cuando los Cocoreras, según se sospecha, empezaron a hacer el camino con la Hermandad de Triana, mientras que los Pelaos hicieron lo mismo con la de Coría del Río. De todas formas, la madrina elegida por la hermandad nazarena fue finalmente Triana.
En la primera romería de 1934 la corporación tuvo muchos problemas pues, aunque en la nación gobernaba la derecha no era así en el consistorio municipal. El alcalde del Ayuntamiento de Dos Hermanas era el socialista Antonio Muñoz Benítez, conocido por el Laico. Según consta en la historia local, a la vuelta de la hermandad de su primera peregrinación, el gobierno municipal les prohibió pasar por la calle principal del municipio, Real Sevilla.
Sin embargo, eso no amilanó a los fieles y el propio hermano Manuel Castro quitó el cartel que lo prohibía y, junto con Antonio Alonso y María Teresa Fernández, dirigieron una auténtica carga de caballería logrando que el Simpecado y los carros pasaran por la vía principal de Dos Hermanas, no sin evitar que se produjeran incidentes que han pasado a la memoria colectiva de los nazarenos. Un capítulo de la historia en la que hubo hasta heridos, como Antonio Alonso Madueño, que recibió un navajazo.
Tras la Guerra Civil, la cofradía no paró de creces en número de hermanos hasta llegar a los 1.600 actuales. Los más veteranos recuerdan que la corporación nació de la mano de familias campesinas de la burguesía rural nazarena, que normalmente tenían medios económicos para afrontar los gastos de la romería. Poco a poco, se ha ido popularizando hasta calar con amplitud en el pueblo, siendo, sin duda, una de las hermandades de mayor poder económico y convocatoria religiosa de la ciudad.
Tanto es así que su actual simpecado, por ejemplo, es obra de los talleres de Manuel Elena Caro, restaurado recientemente por el ecijano Jesús Rosado. El retablo de la parroquia de Santa María Magdalena donde se venera éste se bendijo el 23 de mayo de 1954 y es obra de los talleres del Colegio de la santísima Trinidad. En cuanto a la carreta, es obra de 1977 de los talleres de orfebrería de Hijos de Juan Fernández.
Además de su visita anual a la aldea, la hermandad no olvida su labor social. Así, pasó de las primitivas comidas ofrecidas a centros benéficos nazarenos a la acogida en la casa de la aldea a colonias veraniegas para niños, a la colaboración con Cáritas o a la salida de una carreta de bueyes en Navidad para recoger alimentos entre los necesitados.