¡Echando atrás la memoria!

Hablamos el otro día. Me contabas lo que por ahí, en otro Post, has escrito, me helaba tu entereza y fíjate, las lágrimas fueron mías.
Hablamos del Foro, de esta nuestra Casa en el Rocío diario, me decías que te asomabas cada vez que podías pero que ya no conocías a nadie, más o menos como yo, te dije. Y es normal, el tiempo pasa ¿verdad, Angel? y ¡cómo pasa el jodío!.
Echando atrás la memoria me lleno de ti y de tus cosas, ¡vivencias, compadre!, cosas del Rocío que con fuerza arraigaron en mi corazón. Y hoy me apetece escribir, me apetece recordar, me apetece recordarte. Con tu permiso, Papi.
A los que no conocéis a Angel deciros que es un tipo peculiar, viejo rociero y rociero viejo, las dos cosas – las cosas son como son hermano – nostálgico de viejos tiempos y tolerante resignado con los nuevos.
Si algún día tienes la suerte de caminar junto a él pero al mismo tiempo tienes la “desgracia” de ser fumador… ¡válgame el cielo!, te perseguirá por todo el Coto, cenicero en mano, para que no dejes ni una colillita aquí o allá, eso de dejar “la pará” más limpia que cuando llegó roza la obsesión, así es que no te extrañe verle recogiendo papelitos o tapones de cerveza, es el “coñazo» de peregrinaciones, caminos y convivencias.

Adora los Caminos del Rocío. De hecho el Lazo Blanco, en su principio, fue lazo reivindicativo de caminos de peregrinos. En aquellas fechas decíamos: “más alpargatas y menos toterrenos” – ¿te acuerdas, Angel? – y recordaba el camino con tres o cuatro “Lanrover”, cuando los grupos electrógenos no habían hecho acto de presencia, cuando el silencio de “la pará” solo era roto por unos cantes al Simpecado. Solo cambiaron los tiempos, decía yo. El decía que sí, que puede ser que sí… “pero o recogemos velas o el barco se hunde”. Y comentamos aquel año en el que la Raya, la Real, se colapsó el día de la Candelaria, había tal número de vehículos que durante horas ninguno pudo moverse entre el jolgorio del personal que seguía a lo suyo, es decir… “la carreta de mi primaaaaa tiene los madroños granaaaa” y al final llegó lo que tenía que llegar, alambradas y restricciones, ¡qué pena de aquellos años que ya no volverán! Y me contaba aquellos rocíos de antaño y no de tan antaño, caminos sin alambres, atravesar el Quema por un tronco “tumbao” o al agua sin más alternativa y se preguntaba: “¿Dónde habrá ido a parar tantísimo barro?, porque mira que había barro allí”, decía que se lo habrían llevado para Lebrija, para hacer “botijos de los finos”. Me habló del Puente del Ajolí, o Puente del Rey – otra discusión – hecho de palos “podrios” que más que un puente era un peligro.

papi foro rocio
Ángel, el Papi, es mochilero, vamos que, como a mi mismo, lo que más le gusta del mundo mundial es cargarse de su mochilita, medalla y vara, sin horarios, sin medidas ni hermandad y ¡ea, a caminar!, sin correr, que si el Simpecado se va ya nos recogerá otro, paso a paso que el camino del Rocío tiene los pasos que tiene, ni uno más ni uno menos, cuando te canses – dice – busca un buen tocón y desde él observalo todo, a los chiquillos jugando, a los caballistas que configuran una bella estampa junto al Simpecado que, tirado por bueyes, de entre una nube de polvo emerge, entre cascabeles de caballería que conforman la romería. Y dice eso… “romería”, que no peregrinación, con cierta tristeza y te recuerda que hacia el Pastorcito Divino solo hay dos caminos, el de la fe y el otro, y este otro es tan fácil encontrarlo por los caminos. Dice que el “enemigo”, disfrazado de consumismo, intenta caminar por las mismas arenas, para acto seguido soltarte… «tiene que habé de tó».

En una ocasión me habló de los ojos de las mujeres que caminan al lado del Simpecado, me decía que tienen una luminosidad especial, incansables, siempre dispuestas a ayudar, sin ellas – dice – el camino no sería posible, son como las flores del camino, la sal en el camino hacia Ella.
Recuerdo una pequeña “discusión” o debate, aquí en el Foro sobre “los mochileros”, que si tal que si cual que si pascual, en el que decía que “si nunca lo has hecho, mejor silencia tus opiniones” y hablaba de eso, de coger la manta por un pico y desnudar el alma, dejar que por todos los poros de tu piel penetre eso que vas buscando, eso que solo es Rocío, sin que nada te distraiga, en casi continua oración.
Le gusta llegar a Palacio cuando la tarde va muriendo, salir del cobijo de los centenarios pinos y eucaliptos para reencontrarse con las altas palmeras y recibir el premio de poder disfrutar de una corte de simpecados. Dice que la Raya es acogedora, que siempre es igual pero distinta, que nunca te deja de sorprender, que hay que “escucharla”, que allí el silencio no es silencio, que es oración, que es un pedazo de cielo con el que Dios nos ha querido premiar. Le encanta la Raya Real, dice que es un regalo que Dios pone en el peregrinar hacia Su Madre, que desde el Cancelín de la Urraca hasta Palacio un alquimista se entretuvo en fundir el lirio, el espliego, la albahaca, la adelfa, el romero y no se cuantas hierbas más para perfumar, como regalo de Dios, el caminar del peregrino. El aroma de la Raya, dice.
Del camino de Sanlucar habla y no para. Si hablas con él seguro que oirás su recomendación de que, al menos una vez, todo rociero debería recorrer ese camino. Camino lleno de paz, alejado del mundo, donde nada enturbia el sosiego que tu alma alcanza. No es un caminar fácil – dice- pero disfrutarás de los parajes más bellos, donde incluso el orar hay que hacer en silencio para no despertar al tiempo. Y te cuenta cien veces como Ella le recompensó por la dureza del camino, junto a su Isabel, con la vista de la laguna del Sopetón, – cada vez que de “sopetón” me asomo allí os tengo presente a los dos – donde, según él, está Dios, se le siente, se sabe que está presente.

Pero para ser “mochilero” tiene un gran defecto, que como siempre va “a su bola”, ensimismado, es fácil que se pase del carril adecuado o que tome alguno que lleva a ninguna parte. Pero hasta eso le viene bien, porque, como él dice, si no me llego a perder no hubiese conocido estos lugares nuevos para mí. Las dos horas más de camino las toma como un regalo de Ella, regalo que le permite oir el silencio, disfrutar de las margaritas y las amapolas, alejarse del bullicio, sentirla a Ella en su caminar al atardecer y llegar anocheciendo al lugar de pernocta con cara de “despistao” y su permanente sonrisa.
Hemos hablado muchas veces. A él le encanta hablar de las cosas del Rocío y a mí escucharlas. Experiencias, historias, anécdotas… ¡qué se yo! ¡todo!.
Recuerdo al Maja (la jota es de pronunciación andaluza) rociero “mú mayó” cuando ante la pregunta: “Maja, ¿tú qué le dices a la Virgen cuando estas tanto tiempo delante de Ella?”, él respondió: “Nada, yo nunca le digo nada, la miro y es Ella la que me dice cosas a mí”. Comentamos la humildad y la sencillez de esta persona sencilla y cómo sin hablar elevaba sus plegarias a la Virgen.
También recuerdo aquella anécdota de aquel grupo de amigos que tenían una peculiar forma se pagar el “costo” del camino. En el carro llevaban una romana, ese cacharro que se usaba (y se usa aún) de peso en las labores del campo. Pues bien, esta panda se pesaba cada noche con la romana e iban apuntando los kilos “perdíos o ganaos” y al término del camino ese era el baremo para pagar el costo, a más peso ganado mayor era el importe a pagar. ¿No tiene arte?.

O aquella en que el graciosillo de turno, de madrugá, abría las jaulas de pollos y conejos que se ataban bajo los carros al grito de “¡Libertá pa los presos!” y tó el mundo corriendo intentado coger conejos y pollos por los matorrales, o tocaba diana a las cinco de la mañana y allí tenias a toda la Hermandad, incluido bueyes, despistá, desconcertá, preguntándose a qué venía el madrugón.
Yo, embobao y divertido, escuchaba hablar de Paco, el de los esparteños, y de Tomasa, su mujer, de los jaleos de cada año para poner en marcha el tractor con su viejo remolque que olía a aceitunas, del trasiego de toldos, flores y listas y de los pestiños que hacía la niña de la Tomasa, del barreño plantado de hierbabuena atado al trascón, pa los pucheros. Chismes por tó los laos y la Tomasa renegando y diciendo que el año que viene ella no iba, que no iba más, bueno, si acaso el lunes pa Verla en la calle.
Me encanta una que me contó, a ver si la recuerdo bien. Eran los tiempos en los que aún andaba preso de la botella (bueno, en plural, botellas, porque mi amigo Angel tragaba más que un fregadero), estaban en La Juliana él y su amigo Pío dando buena cuenta de una de aguardiente, ya en la madrugada, al calor de una candela entre cabezá y cabezá. Lo noche en silencio solo roto por algún rumor lejano. Pasos que se acercan, “Buenas noches” dijo aquel hombre, le ofrecieron asiento y copa pero solo le interesaba saber si aquella Hermandad era la de Villanueva, al decirle que sí se marchó sin más. Ellos siguieron a lo suyo, aguardiente, candela y cabezá va cabezá viene. No mucho después sonidos de guitarras rompieron el silencio de la noche, poco a poco aquellos sones y voces que cantaban se fueron acercando hasta llegar al Simpecado alumbrado ya por restos de velas, allí cantaron y rezaron y cantando y rezando se volvieron a alejar perdiéndose en la oscuridad del campo, todo volvió a quedar en silencio. Los amigos se miraron, llenaron sus copas de nuevo, avivaron un poco la candela, se arroparon con la manta cuando en La Juliana ya amanecía y… “que bonito sueño hemos tenido, colega”.

Otra conversación clásica, que siempre sale en los círculos rocieros,y que solíamos mantener era y es lo que ha cambiado el Rocío con el paso de los años.
Lógicamente, por edad biológica y por edad rociera, su opinión tiene más peso que la mía, su perspectiva del tiempo es mucho mayor, pero cabezón él, cabezón yo, casi siempre terminamos discutiendo, aunque coincidimos en “casi” todo. Me decía que los caminos pueden haber cambiado arena por asfalto, que la libertad se ciñe por alambres de espinos, que los lugares de acampada se han quedado pequeños, que la suave luz del carburo ha sido sustituida por los odiosos generadores y que los potentes caballos de los todo-terrenos han sustituido a los renqueantes mulos o bueyes, orgullosos pero humildes, que arrastraban carros.

Pero no todo ha cambiado en los caminos – seguía diciéndome. No han dejado de sonar tamboriles al alba, el cohetero sigue ahí con sus dedos renegríos, se siguen rezando salves aquí o allá, los viejos siguen llorando al pasar la caravana por los pueblos y no cambiaron las promesas ofrecidas y cumplidas. Nada de eso ha cambiado porque el amor que le tenemos sigue ahí, latiendo en nuestros corazones. ¿Qué ha cambiado?, me preguntabas y tú mismo te respondías que “solo cambiaron los tiempos”.
El rodillo de la “prosperidad”, solía decir. Y me contó cómo también su playa motrileña de arenas limpias había pasado de ser un rinconcito del paraíso a convertirse en un lugar impersonal. El progreso se encargó de borrar huellas, el gentío impide a las gaviotas posarse suavemente en las escolleras y los peces buscaron lugares más seguros. Ya no se oye con claridad el romper de las olas y todo ello le hacía pensar que Dios también se ha alejado del Rocío. Puede parecerlo, pero NO. Las cosas de Dios no pueden medirse con parámetros humanos, “mi playa mañana dará paso a un nuevo y libre amanecer observado por curiosas gaviotas y el Rocío, seguirá eternamente derramando cada Lunes de Pentecostés el maravilloso maná que el Espíritu de Dios en forma de Blanca Paloma nos ofreció ayer, hoy y seguirá ofreciendo por los siglos de los siglos”.

¿Que el Rocío ha cambiado?, concluía, ¿y qué no ha cambiado?. Y ahí cerraba la conversación.
Habla de la “magia del Rocío”. Si quieres tertulia pregúntale a Angel por ella.
Está convencido de su existencia, de que el Rocío es un lugar mágico, como mágico es su enclave, en pleno Coto, como mágicos son sus caminos y los peregrinos que los recorren para postrarse a las plantas de la Señora. Mágico el crepitar de las velas, dice que estas susurran al oído de la Virgen las oraciones e intenciones de quienes las dejaron allí. Magia que se puede ver y se puede sentir allí, en ese otro mundo tan cercano a lo espiritual.
De la Magia frente a Ella. De la Magia cuando al amanecer, sobre hombros almonteños que la llevan a ningún sitio, la Virgen te mira. De la Magia de mudas conversaciones que mantienes con Ella entre el gentío sin que nada ni nadie te perturbe, sin que nadie ni tan siquiera te roce, largas conversaciones que solo duran un segundo. Mágico cruce de miradas, cuando se aleja, que ya volverás a buscar eternamente.
Me habló de la Magia del momento en el que Ella le llamó, del dormir en Ella para despertar como hombre nuevo, de la Magia de ver a la Virgen desde un lugar físicamente imposible. Despertar en Ella. Morir para volver a nacer mirando a la Virgen desde un lugar imposible. ¡Ella y tú sabréis!.
La Magia de la amistad y del afecto, que en el Rocío se produce de forma especial, es allí donde se fortalecen con más intensidad los lazos de la amistad, donde la soledad es aún más dura, donde parece que más necesitamos amar y ser amados.

Ya ves, Angel… “cosas del Rocío” que no se por qué escribo aquí, no se si en realidad este escrito es solo un peldaño que tenía frente a mí y decidí subirlo, tampoco se si en estos momentos me produce paz o solo añoranza, solo se que me apetecía recordar.
Ahora, salgamos sin volvernos, como nos gusta, nuestra mirada en Ella llenándonos de paz. Sintamos cómo nos cala el alma. Sintamos brisa, agua, arena, medalla, vara, oración. Sin preguntas. Ella y Su Hijo.
La mochila está hecha, ligero equipaje y firme vara. Todo preparado para hacer el mejor de los Caminos, cuando Ella decida.
Un día escribiste aquí una frase de Elisa Kubler que, como oración meditada, decía:
«Cuando hemos realizado la tarea que hemos venido a hacer en la Tierra, se nos permite abandonar nuestro cuerpo que aprisiona nuestra alma al igual que el capullo de seda encierra a la futura mariposa. Llegado el momento, podemos marcharnos y vernos libres del dolor, de los temores y preocupaciones; libres como una bellísima mariposa, y regresamos a nuestro hogar, a Dios.»

Cuídate Angel.
Yo cumpliré mi parte del trato.
Un abrazo, desde el corazón, para ti y un beso, desde el amor, para Isa.

Argaijo (Miembro del Foro)    

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En el centro de la foto, con la vara del Foro, Ángel Ángel Taudí

Foro del Rocío

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