Era el de principios de siglo un Rocío que no había llegado, ni en sueños se adivinaba, la sociedad de masas. Un Rocío íntimo y familiar que en casi nada se diferenciaba del de la segunda mitad del siglo anterior Un Rocío, por supuesto, sin tractores ni coches Rocío de colchoneta de borra, de vino calentón y agua en garrafas y cantimploras.
Desde Marlo, desde Gelo, desde Cuatrovitas, desde los pinares de Aznalcázar, desde los pueblos blancos hay que llegar hasta Palacio o las inmediaciones de Hato Blanco. En el Rocío de las dos primeras décadas del presente siglo, antes de que ningún primitivo automóvil se atreviera a introducirse por caminos, para las máquinas, intransitables, los romeros se adentraban por las arenas de la Raya Real o por los vericuetos de la Cigüeña, sin otros acompañantes que los pájaros de la marisma, el sol -o quizás la lluvia-y el silbo de la naturaleza, en un hacer el camino, largo, lento y profundo.
Al paso del Quema no había espectadores en sus márgenes. A punto de llegar, dejar el sueño en el pilón de Palacio, matar el gusanillo con aguardiente y café negro soltar la manta- "¿quién me habrá quitao la manta, que anoche dormí en el suelo?"- y enfilar los carriles del coto, cuando ninguna pista obligaba a ir en fila india. Y se corría a los ciervos por el placer de contemplar su elegancia al saltar los lentiscos. Crujen los palos viejos del Ajolí. Es la entrada en la tierra prometida. Siempre con lágrimas, porque en el Rocío de entonces no se podía volver atrás; cuando alguien enfermaba, o se le torcía un tobillo, o se le soltaba la barriga, o la mujer cumplida paría en la carreta.
Don Carlos Astolfi Roldá evocaba hace treinta años e estas páginas el Rocío de su niñez. Y decía: "Allá en la primera década del siglo íbamos al Rocío muy pocos romero Se utilizaban más borricos que caballos y más carros que carretas En el Real todo eran chozas. El gasto de una carreta, todo incluido, suponía unos quince duros Claro que eran unos duros de plata, grandes, que sonaban a gloria sobre el mármol-, y por cinco pesetas diarias el mayordomo de la hermandad nos daba desayuno, almuerzo, merienda, cena y vino a discreción – claro que eran pesetas también de plata, con la efigie del Rey Alfonso XIII de niño-; una vez en la aldea, estábamos en familia.
El que, con el tiempo, llegara a ser hermano mayor de la de Triana evocaba las viejas romerías de su niñez y adolescencia, indicándonos que los romeros de Triana, por llevar indeleblemente grabados en la fibra del corazón el amor a la Reina de las Marismas, no faltaban ni un solo año a la cita de la romería. "Mi tía Concha -decía- fue al Rocío con la canastilla preparada por si daba a luz, cosa que, en efecto, ocurrió el mismo día en que finalizaba la romería" Y añadía: -"Antes se cantaban las sevillanas, pero con variaciones en la tonada.
En cuanto al baile era más movido, inclinándose las parejas tanto que los brazos casi llegaban al suelo. Luego, la moda imponía otros trajes, muy largos, con volantes lacios". Y arremetía seguidamente contra el atuendo masculino. En el Rocío, a todo aquel que no llevara chaquetilla campera, se le cortaba la americana, y a otra cosa, mariposa.
En cuanto al sombrero de ala ancha, todos los romeros lo usaban. (En efecto, es la prenda autóctona con que se cubría la cabeza el campesino andaluz. La gorra de visera, que después se usó, no hay que olvidar que fue importada de los proletarios industriales de Inglaterra y Gales, al tiempo de entre siglos, pero no es una prenda de cabeza española y, menos, andaluza.
Un sombrero de ala ancha costaba a principios de siglo a lo más seis pesetas y, según Don Carlos, más que engalanar las cabezas, las engrandecía. -Ahora no es así -manifestaba con nostalgia, hace treinta años-. Y por cierto que no está nada de bien que se haya perdido la costumbre. No sé por qué no se sigue usando el sombrero de ala ancha en Andalucía. Usted va a Bilbao, por ejemplo, visita una fábrica, y desde el gerente al portero, todos llevan boinas. El camino era entonces muy duro. Todo el costo y ajuar para siete días se cargaba en la carreta o carro. No había forma de emplear, como actualmente, otros medios de comunicación ni locomoción, por lo que no se podía repostar el avituallamiento.
Cuenta don Carlos a guisa de anécdota la respuesta que dio el famoso pintor Gonzalo Bilbao a Su Alteza Real la Infanta Doña María Luisa. La egregia dama le pidió que trasladara al lienzo la romería. Y el artista contestó: "Señora, esto no hay quien sea capaz de pintarlo ni referirlo acertadamente. Cada vez que fijo la vista en algo, hay diez cuadros totalmente distintos y a cual más bello"
Finalmente, al comentar lo romera que es Triana, que es rociera de punta a rabo, explica que antes, cuando se celebraba la novena en honor a la Virgen, la hacíamos en casa del mayordomo. Luego, después de cumplir con la Blanca Paloma, se organizaba un baile en la calle. Y no quiera usted ver la cantidad de gente que iba todos los días de la novena.
En 1907-cuenta Infante Galán- fue sustituida la antigua campanita del santuario ya vieja y cascada. El duque de Orleáns ofreció a la Virgen como exvoto, después de su primera expedición del Ártico, de 1905, una campana. Esta campana votiva fue comprada al Hospital del Pozo Santo el 22 de marzo de 1907, arreglada por Mendoza y colocada luego en la espadaña del santuario del Rocío el 16 de julio del mismo año de 1907 y lleva esta inscripción.- "Exvoto a Nuestra Señora del Rocío. Duque de Orleáns. Expedición ártica. 1905".
En 1913 se funda la hermandad filial de San Juan del Puerto, aunque la devoción a la Virgen del Rocío tenía antiguas raíces en la villa.
En 1930, al reorganizarse por iniciativa de don José de la Puente, hizo carreta para el Simpecado y construyó casa en la aldea para la hermandad. En 1945 adquirió la carreta de plata que hasta entonces venía usando la Hermandad de Huelva. Tiene retablo para el Simpecado en la parroquia y celebra solemnes cultos preparatorios de la romería.
La hermandad filial de Rociana fue fundada en 1917 por don José María Jiménez Molina, don Federico Ferraro Molina, don José María Fadifla Romero, don Francisco y don Benito Ferraro Vallejo y don Ángel S. Ruiz Acevedo. Su primera asistencia a la romería fue en 1919. Recibió la aprobación canónica el 20 de mayo de 1928. Suele ser una de las más numerosas en los actos de la romería, ya que por la proximidad de Rociana a la aldea del Rocío, el pueblo acude en masa.
Tres devotos carrioneros, don Francisco Rivera Sánchez, don Antonio Daza Paz y don Crisanto López Bernal, que se encontraban todos los años en la romería, decidieron un buen día organizar: una hermandad filial en su pueblo, Carrión de los Céspedes. Su primera salida en romería fue en 1925. En ese mismo año llevó la hermandad el coro de campanilleros que tan famoso se hicieron luego.
La hermandad filial de Benacazón fue fundada en 1915 por los fervorosos rocieros doña Juana Trujillo y don Marcelino Rodríguez Hantista, secundados por don Manuel Mata, don Marcelino Rodríguez, don Juan Garrido Alvarado y don Antonio Valero Serrano, que constituyeron su primera junta directiva.
Es una de las que más carretas suele llevar a la romería. Al celebrar, en 1965, sus bodas de oro, llevó una carreta por cada año: cincuenta carretas. Es famosa por la abundancia de cohetes que dispara en la entrada y-en el "Rosario Grande".
La fundación de cuatro hermandades nuevas en tan pocos años puede considerarse indicativa del florecimiento de la devoción rociera que, años más tarde, en la segunda mitad del siglo, iba a adquirir la enorme difusión que alcanza hogaño.
ABC "Un siglo de devoción mariana"