Siguiendo la tradición de los últimos dieciséis años, la esencia de Almonte se trasladó por un día a la villa cerrajera. La XVI edición de la romería del Rocío brilló ayer con gran intensidad bajo un sol de justicia, y ante la presencia de más de un millar de devotos que no quisieron perderse esta cita anual en honor a la Virgen de las Marismas. Piropos de «guapa» y «preciosa» ( en alusión a la Blanca Paloma) se dejaban oír entre los pases de flamenco y sevillanas que engalanaron la procesión, dirigida por doce majestuosos caballos. Ataviados con trajes camperos y de lunares, o vestidos de calle, los romeros desafiaron al calor reinante con visitas al chiringuito donde se servían calamares, jamón, vasos de gazpacho, boquerones o fino. Tan sólo de calamares se compraron la friolera de 70 kilos para esta ocasión. Los abanicos fueron los compañeros indispensables en una jornada donde el calor del ambiente y de la gente arropó a la reina de las Marismas. En total representantes de dieciséis casas regionales andaluzas, venidas de Errenteria, Vitoria o Bilbao entre otros se unieron a la fiesta, que engalanó de color y de sonidos flamencos el parque de Arruena . Ofrendas florales Desde las 9.30 horas de la mañana se dejaba ver el ajetreo de la romería, un reconfortante desayuno de pan y aceite daba comienzo a una cita que cada vez reúne a más público. Después de la Salve Rociera la comitiva se traslado hasta la iglesia de Santa Teresa donde el sacerdote Jesús Arsuaga, ofició una misa. Más tarde se desarrollaba la tradicional procesión portando a hombres a la venerada imagen de la Virgen Almonteña hasta Arruena. Una vez en el parque, cómplice del dulce sabor rociero, se sucedieron las visitas a la Blanca Paloma entre lágrimas, rezos y ofrendas florales. Otros andaban de un lado para otro abriendo apetito en un ambiente, que poco a poco, se contagiaba del rico olor de los guisos cocinados afanosamente por los romeros.