La catedral acogió ayer el pregón rociero de José Luis Fernández, que recorrió en su emotivo discurso cada paso que da la hermandad hasta reencontrarse con la Virgen.
El último día de triduo se presentaba radiante, caluroso, casi de romería. El Simpecado regresaba ayer a las calles de Huelva en el paso definitivo que pone rumbo a los rocieros de Emigrantes hacia Pentecostés. En un coche de caballos y portado por el presidente de la hermandad, Antonio García, y por el hermano mayor, Juan Manuel Garrido, la Concha peregrina dejaba atrás su casa hermandad para adentrarse en la catedral de La Merced arropada por una multitud de rocieros.
La función principal ponía fin al tercer día de triduo y desembocaba en el tradicional pregón rociero. Fue José María Sala el encargado de presentar al pregonero de 2009, José Luis Fernández, recibido por los hermanos con una ovación intensa que el eco multiplicaba por mil entre los muros blancos de La Merced. Los bancos del templo permanecían abarrotados de fieles, entre ellos autoridades como el alcalde de Huelva, Pedro Rodríguez, los concejales Ángel Sánchez y Enrique Pérez Viguera, el teniente coronel de la Guardia Civil en la provincia, Juan Antonio Hurtado, y el jefe de la Policía Local de la capital, Miguel Olivares, así como la junta de gobierno de la Hermandad de Huelva.
El discurso rociero de Fernández, que fuera presidente de la Hermandad del Rocío de Emigrantes entre 1997 y 2003, comenzó con una plegaria a la Blanca Paloma: «Dios te salve, Rocío, porque tú eres soberana, protege a los romeros de Emigrantes; una Concha peregrina a mi hermandad se dejaste, con ella juega tu niño a ser rociero y viene con Emigrantes con zajones y sombrero».
Las palabras de José Luis Fernández fueron recorriendo, suaves, intercaladas por la voz flamenca de su propia hija, Rocío Fernández, y los instrumentos de Sebastián Pérez, Paco Roldán y Abel Freitas, cada jornada que queda por vivir a los rocieros onubenses hasta que el próximo 1 de junio, día de Pentecostés, se reencuentren con la Virgen del Rocío, la Reina de las Marismas, en las arenosas calles de la aldea almonteña.
Tuvo emocionadas palabras el pregonero para los rocieros que ya no están, para el hermano mayor de 2009, para sus mujeres y sus carretas colmadas de florecillas de papel… Nada escapó a la atención de José Luis Fernández, ni tamborileros ni alcaldes de carreta, ni el carretero o su amigo recientemente desaparecido Pepe Vizcaíno, en una maraña de versos que había guardado «hace años en un cajón» y que ayer, al fin, fueron desparramadas por la mañana de Huelva.