Hace escasos minutos se presentaba en nuestra capilla, a puerta cerrada, el cartel anunciador de Pentecostés 2020, una magnífica obra realizada por la artista Nuria Barrera, que viene a engrosar el patrimonio artístico de la hermandad.
La ausencia de camino, de romería, y presentación ante la Virgen del Rocío y el Pastorcito Divino, no significa que no vivamos estos días, si cabe aún, con más fe y devoción. Porque el Espíritu Santo llegará y como cristianos lo celebraremos. La suma de estas circunstancias y los sentimientos provocados ante los sucesos vividos, han llevado a la autora a hacer este pequeño homenaje, hecho cartel, anuncio de ese Rocío de Luz que llegará.
La composición de la obra es triangular, proporción divina, figura geométrica que corresponde al número 3 y a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En el vértice superior la paloma en movimiento, bate sus alas, con un mensaje de nueva vida en su llegada, al derramar su gracia sobre nosotros. Como base, todo aquello que quedó preparado, un altar de fervor, un bodegón montado con mimo los días previos a cada salida, que acompaña en cada camino, y sabe de promesas y oraciones de gratitud, y que sueñan con ese próximo año.
La chaquetilla blanca, que quedará como un lienzo en blanco, sin teñirse de la pátina del polvo, el pañuelo anudado a la cintura, o el de hierbas que protege de la nube que dibuja en su recorrido el paso de romeros, caballistas y carros que acompañan la carroza del Simpecado.
Mantoncillos y flores del campo que embellecen a las mujeres en el camino. El sombrero que remata la estilizada imagen del caballista, que prende del mismo su cinta blanca y azul cada año. Prendido de él, un lazo negro, recuerdo de los días de luto que estamos viviendo ante tantos españoles fallecidos.
Prendido del cuello de todos, la medalla, representación máxima y seña de identidad de cada hermano, que se lleva en el corazón junto al recuerdo, en esa foto, que de una manera u otra guardamos en algún rincón de casa, mesa de trabajo o en la cartera.
Todo esto sobre un fondo dorado, un camino de Luz y Esperanza, huérfano de su gente de Huelva que no olvida a todos y cada uno de los difuntos, rocieros del mundo, que se ha llevado esta pandemia, y a los que Huelva les reza cada año en esa encina del Camino de Moguer, representada con un peregrino solitario y cabizbajo, en recuerdo de los que ya no se encuentran con nosotros.