En el centro de la escena aparece un joven caballista que porta el Simpecado de camino de Almonte, en una actitud de profundo respeto ante la Virgen: con la cabeza inclinada y el sombrero quitado. Es una imagen cargada de simbolismo, que representa la entrega de Almonte a su Patrona. Detrás de él, el Simpecado de la Matriz regresa del Rosario, momento que actúa como antesala de la inminente procesión de la Virgen.
La mitad derecha de esta obra representa ese momento culminante: la salida de la Virgen del Rocío en su paso, rodeada por una multitud entregada. Los almonteños la llevan con fervor, mientras los devotos la aclaman con palmas, vítores y salves. Algunos alzan a sus hijos para que reciban su bendición, y los Simpecados de las filiales se aproximan para rezar la Salve.
Se puede adivinar en este detalle algunas siluetas como el de la Hermandad de Bruselas, que celebra su 25 aniversario, y es símbolo del Rocío universal o el de Dos Hermanas, hermandad con la que el autor del cartel hace el camino. Esta escena busca capturar la apoteosis del encuentro con la Señora bajo la alegría luminosa de la mañana.
La obra está bañada por una paleta cromática cálida, dominada por rojos, naranjas y violetas, acentuada por toques de amarillos, que evocan el fuego de Pentecostés. Martín Mena subrayó que “la luz matinal que baña la escena sitúa a la Virgen como la Estrella de la Mañana, mientras el Niño que porta es el Sol omnipotente, fuente de vida y esperanza”, detalló el artista.
Desde la Hermandad Matriz, su presidente, Santiago Padilla, quiso destacar “la profundidad simbólica y espiritual del cartel”. Un conjunto que “encapsula la esencia espiritual y cultural de nuestra Romería”, destacó. Una imagen que rinde homenaje a la fe del pueblo, a la tradición viva y al vínculo eterno entre Almonte y su Patrona.
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