A las tres y cuarto de la madrugada los almonteños saltaban la reja que les separa de la Blanca Paloma. Un privilegio que sólo a ellos les está permitido. Después, a hombros, los romeros la sacan de la Ermita. Los fieles están todo el año pensando en este momento. Esta mañana la lluvia sorprendía a todos cuando la virgen regresaba a la Ermita. Cubierto con un plástico, el palio se abría paso entre una multitud que procuraba por todos los medios acercarse a la Virgen. Los romeros lloran emocionados tras haber conseguido que su pequeña hija toque el palio. A veces a hombros y otras en volandas, la Virgen visita una a una todas las casas de las 104 hermandades que peregrinas todos los años a la aldea. Después de doce horas de procesión los romeros encerraban a la Virgen de nuevo en su ermita.