Hablo de las carretas del Rocío de toda la vida, de las carretas de bueyes. Las que vio Juan Ramón Jiménez, en la más bella sevillana rociera sin música que nunca escribió nadie: «Ya están ahí las carretas…/Lo han dicho el pinar y el viento,/lo ha dicho la luna de oro,/lo han dicho el humo y el eco…»
Ya están aquí las carretas, camino del Rocío. Ya salieron las de Triana y las de la Macarena. Hoy parten las de Sevilla. Hablo de carretas de bueyes. No de carriolas. Hablo de un Rocío antiguo que se mantiene a paso de bueyes, a compás de tamboril. Sin carriolas. Sin el estruendo de los grupos electrógenos en la noche, que dice Paco Lola que parece que las hermandades acampan a la vera de los Altos Hornos de Bilbao.
Mucho se habla del millón famoso, que José Luis Montoya ha demostrado que es más falso que los zarcillos de La Contenta, que decía Rocío Jurado que eran dos serpentinas. Nadie ha contado, sin embargo, las carriolas, los charrés, los remolques, los cuatroporcuatro. ¿Cuántas carriolas hay en los caminos del Rocío?
—Pues yo se lo voy a decir a usted: bastantes más que carretas de bueyes.
Que ya son poquísimas. No sé de otros lugares, pero las que van desde nuestra ciudad se han publicado en la guía rociera de ABC: Triana lleva 36 carretas de bueyes; la hermandad de Sevilla, 26; y la Macarena, 8. Sumen: 70 carretas, 140 bueyes domados para el tiro. ¡Un tesoro etnográfico! Una maravilla de mantenimiento de viejos modos de transporte campero, en un mundo motorizado y globalizado. Frente a la prisa del motor, la lentitud del paso de los bueyes. Y toda su tradición. Cada carreta de bueyes del Rocío es un conservatorio del campo andaluz. Sin la menor protección pública. En el campo todo está subvencionado… menos las carretas del Rocío, que se mantienen gracias al paladar de los rocieros a los que les cuesta el dinero. Pasa con las carretas como con las dehesas de toros bravos. Igual que los ganaderos de bravo mantienen una reserva ecológica de cientos de miles de hectáreas sin que al Estado le cueste un duro, los dueños de las carretas y bueyes del Rocío conservan una tradición campera andaluza que sin la romería se habría perdido hace ya muchos años.
Y conservan también el arte de domar y uncir los bueyes, las viejas palabras que designan cada una de las partes de la carreta, las labores del oficio de carretero. Sí, ya sé, en Villamanrique hay concursos de carreteros y una gran afición. Pero llamo la atención sobre este museo vivo del campo andaluz al que no le ayuda nada esa Junta que espurrea los millones como si no fueran suyos, que no lo son, que son nuestros.
Tan en trance de pérdida estaría ese mundo si no fuera por el Rocío, que ni nos suenan estas voces de la jerga de los carreteros. Un escritor al que admiro hablaba de un cierto carretero rociano y decía que guiaba a los bueyes con «la vara». Querría decir la «hijada», o jiara, con su jabonera y su chuso, según el ALEA boyal, carretero y rociero que ha puesto en Internet don Julio Domínguez Arjona. Por el que me entero que la vara de la carreta de la que tiran los bueyes es la viga, y morrión su parte delantera. Y que las sogas que los uncen (o uñen) al yugo son la coyunda. Y que el fondón de la carreta donde se guarda el costo es el cobujón, que llega hasta el trascón, que es el fondo. Como ven, un tesoro, un museo vivo, conservado entre Torrequemada y Villamanrique. Un mundo tan amenazado como la vida del lince, por no salir de la marisma, que se conserva únicamente gracias al Rocío y a los rocianos, que son los rocieros por el plan antiguo. En el caso de los bueyes y las carretas, es como si pagáramos los linces de nuestro bolsillo, ¿no, Ignacio Sánchez Ibargüen?
Antonio Burgos
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