La Hermandad de Nuestra Señora del Rocío organizó ayer la celebración del XIII Vía Crucis Penitencial de las Hermandades del Rocío de la provincia de Cádiz y Ceuta junto a la Hermandad Matriz de Almonte. Un total de cuarenta rocieros ceutíes participaron en este acto que se desarrolló desde la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Almonte hasta la ermita de Nuestra Señora del Rocío.
El pasado sábado día 12 de marzo, la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Ceuta, junto al resto de Hermandades rociera de la Provincia de Cádiz y la Hermandad Matriz de Almonte celebró su habitual cita penitencial para ir caminando hacia una anhelada Pascua de Resurrección.
Aunque la llegada a la aldea del Rocío el pasado viernes fue una odisea debido a las inclemencias meteorológicas, ayer la meteorología no impidió que el vía crucis se desarrollara como de costumbre, andando desde Almonte al Rocío.
Así pues, a las 9.00 horas, el párroco de Nuestra Señora de la Asunción de Almonte daba la bienvenida a todos los rocieros a este tradicional Vía Crucis comenzándose con la lectura de la primera estación.
Desde allí y por espacio de 14 kilómetros cada hermandad fue leyendo su correspondiente estación hasta llegar a la puerta de la ermita, donde fue la hermandad de Ceuta la que leyó la última de las estaciones. Posteriormente se ofició una misa, presidida el padre Francisco Jesus Fernandez Alcedo y en la que la predicación corrió a cargo del padre Quevedo, quien ha portado durante todo el recorrido la vara del peregrino entregada en la última convivencia realizada en Ceuta.
Miembros de la hermandad de Ceuta y el propio párroco de San Juan de Dios, el padre Francisco Jesús Fernández Alcedo, quien ha acompañado a los rocieros ceutíes en este especial Vía Crucis, han coincidido en afirmar que ha sido una experiencia bonita y enriquecedora. Este es la XIII edición de este vía crucis rociero que organizan conjuntamente las Hermandades de la provincia de Cádiz, con la Hermandad de Ceuta y la Hermandad Matriz de Almonte. Un acto penitencial, donde las hermandades de gloria se convierte en penitenciales por una mañana, ante la consideración de que el pastorcito se ha hecho mayor y ha llegado a la pasión, muerte y resurrección.