Hasta 1920, la gente iba al Rocío con su ropa de uso cotidiano. El hombre, si campesino y jinete, con su traje habitual de montar; si ciudadano, con su terno de americana, chaleco y pantalón, aunque prescindiera de corbata. La mujer con su vestido normal, su bata de casa, para el camino, a fin de preservar la de más vestir para los actos religiosos y festivos nocturnos o importantes.
El vestido femenino habitual, lo mismo ciudadano que rural, era de falda amplia de vuelo, con enagua abundante igualmente hasta los tobillos. No es hasta la década de los veinte, cuando, la moda femenina quiebra dos tradiciones hasta entonces inmutables: la melena y la falda larga.
Pero lo más revolucionario fue el inexorable tijeretazo que sufrieron las faldas a la, hasta entonces, inimaginable altura de las mismísimas rodillas, y sin vuelo. Como aquellos vestiditos que podríamos calificar de charlestoneros no eran aptos para montar a caballo, ni a la grupa ni como amazona, y tampoco eran los idóneos para el interior de las carretas, la mujer rociera se vio, a partir de los años veinte, obligada a elegir si peregrinaba o no.El dilema no ofrecía duda: lo primero es la devoción. La solución estaría en mantener, durante la romería, el atuendo tradicional, pero al estar éste pasado de moda, el ingenio femenino, siempre fértil y abierto a la imaginación, fija los ojos en el traje de faralaes que las mujeres de Sevilla crearon e impusieron su uso para la Feria.
Después surge la llamada «bata rociera» que ha venido a generalizarse desde entonces y que no es más que una variante, muy notable por cierto, del traje sevillano de flamenca, pero que retrocede a su punto de origen antes citado: la bata de faena que usaban las campesinas de 1846, que acompañaban a los tratantes de ganado que accedían a la primera Feria de abril sevillana; traje que en la Romería del Rocío empieza a usarse para hacer el camino, ya que en los solemnes actos que se celebran en la aldea, o para las visitas a efectuar a la misma, incluso para las veladas, se impone, como vestimenta de etiqueta para la mujer, el costeado traje de flamenca a la última moda, el usado en la Feria.
Hubo un tiempo en que la blusa adquirió una cierta influencia agitanada, en escote, en mangas o en cintura, mientras la falda conservaba sus constantes de menor vuelo que el estereotipado de flamenca, una sola fila de volantes, la inferior, y, por lo general, ausencia de enagua.
Tal atuendo podría describirse como un traje de flamenca mucho más liviano y sencillo, para que no abulte, como el traje almidonado, ni pese cuando se camina a pie, ni estorbe movimientos en el reducido e irregular espacio de la carreta; y para que no abrigue, pues la Pascua de Pentecostés está muy próxima a las fechas del solsticio de verano.
En consecuencia, la bata rociera no lleva enagua debajo, no tiene tanto vuelo, ni admite tantos volantes, y éstos son más cortos, con menos frunces y, por ende, menos vuelo. La manga es de farol hasta el codo, lo que permite remangarse el brazo según convenga para faenar o aliviar el calor. Otra característica muy peculiar de la bata rociera es que el escote es siempre de pico y por detrás no lo lleva, quedando la espalda cubierta hasta el cuello.
Quede claro que la bata rociera es el traje de flamenca de faena, de viaje o camino, pues el traje de vestir es el de Feria, que se reserva en el Rocío para los actos religiosos o sociales del Santuario en la aldea.
Derivado del uso que hacía de ellos la mujer campesina de mediados del siglo XIX, tanto el traje de flamenca como la bata rociera se complementan con unos obligados aditamentos, entre los cuales, como más generalizados, pueden citarse la peineta, los peinecillos, las flores al pelo, los zarcillos de aros en vivos colores, armonizados con los de las pulseras y broches o imperdibles que sujetan el pañuelo que, colocado sobre los hombros, puede abrocharse, o no, a la espalda en forma de pico.