Milagro del Rocío es el nombre de una umbreteña que en 1960 la Blanca Paloma le hizo el prodigio, a ella y a su madre, de protegerlas, estando esta encinta, cuando la carreta en la que peregrinaban al Rocío se volcó accidentalmente. Y como ella, tantas otras que sin denominarse así, en circunstancias adversas, han vivido el poder taumatúrgico de la Reina de las Marismas, como intercesora de la Gracia ante el Altísimo. Pero no me refiero ni a ella, ni a otros muchos testimonios orales o que nos relatan de forma ingenua la colección de Exvotos de la Matriz, con demostraciones desde finales del siglo XVIII. No. Me fijo en el milagro que constituye cada año la organización y celebración de la Romería de Pentecostés. El éxito que significa el ajuste como un guante, cuasi al milímetro, de las necesidades logísticas y de organización de una Romería de grandes magnitudes en todas sus escalas, a la que concurren cerca de 160 corporaciones de toda España, a un tablero de operaciones limitado, conformado por amplias zonas protegidas, con sus restricciones, que han convivido desde tiempo inmemorial con esta romería, dándole carácter. A la que cada vez se le cruzan más intereses ajenos, y en la que actúa un mapa político y administrativo, más y más complejo, en un clima de debilidad institucional, sin precedentes.
Porque algo de sobrenatural debe tener que esta romería universal se siga beneficiando de un marco de colaboración inusual, en el que las cuatro administraciones implicadas, incluso en tres provincias distintas, con independencia de su color político cambiante, se coordinan para hacer posible el plan de seguridad preventivo más importante del sur de Europa: Gobierno de España, Junta de Andalucía, Diputaciones y Ayuntamientos implicados, especialmente el de Almonte, en coordinación con la Hdad. Matriz de Ntra. Sra. del Rocío, que siguen exhibiendo una capacidad de entendimiento modélica e indispensable, incluso con los recortes presupuestarios.
Y es portentoso que perviva en pleno siglo XXI una fiesta de influencia barroca, superando todos los desafíos provocados en los últimos decenios por los desarrollos urbanos que han condenado a los romeros a tediosas jornadas en el asfalto, y por el avance imparable de las roturaciones de la marisma, otrora espacios libres para la cría de ganado en libertad; o por el incremento de peregrinos y de la tracción mecánica, como su peor derivada; o por los excesos puntuales de gente insensible a esta realidad, que han provocado el cierre perimetral de estos espacios, embridando los caminos, al tiempo que crecían los espacios protegidos en el entorno de Doñana. Pese a todo, con lo mucho que se ha dificultado y mutilado la experiencia peregrina, que pide de suyo naturaleza y campo abierto al encuentro con la Virgen, es remarcable que se hayan mantenido las señas de identidad esenciales de una romería que simboliza mejor que ninguna otra, la cultura y la religiosidad popular andaluza, en medio de una gran depresión económica, que ha roto tantas economías domésticas.
Más preocupantes son aún, las últimas amenazas vividas, de aquellos actores necesarios que, como consecuencia de la crisis, han amagado con usar sus competencias para corregir sus contribuciones a la causa común, desoídos o desasistidos por sus mayores. Pues con tales iniciativas, muy tentadoras en la hora presente, podría desequilibrarse definitivamente la arquitectura prodigiosa de esta realidad, balanceada hasta ahora con una alta precisión.
Cada Romería de Pentecostés se convierte así, en la piedra de toque que pone en cuestión el compromiso y la generosidad de tantas voluntades que convergen para hacerla posible, y en el gran tensiómetro que señala la potencia de esta devoción, pese a los contratiempos sobrevenidos, y moviliza a decenas de miles de romeros a echarse a los caminos, buscando su meta soñada, en un municipio periférico del sur, del gran estuario del bajo Guadalquivir. Un triunfo colectivo en el que intervienen de forma determinante las propias hermandades del Rocío, y que cada vez más, parece tener todos los ingredientes de un gran milagro del cielo.
Santiago Padilla
Artículo publicado en el ABC de Sevilla del 30 de mayo de 2017