Hay veces que se despierta
por nuestros cuerpos dormidos,
el impulso del latido
de nuestras dos primaveras.
Turbiones de sangre nueva
que te asfixia y que te espanta,
que te quema la garganta
por la caricia que espera.
Y la palabra callada
se despoja del pudor,
y es dardo para el temblor
de tu flor martirizada.
Y con la tibia alborada
tu mirada agradecida,
y esa voz desfallecida
de un «te quiero» en la almohada.
…Y la pasión
sudor de perfume y fuego,
de desmaya con el juego,
del grito en tu habitación.