Estan sonando cohetes,
ya llegó la madrugada;
la claridad se colaba
por la ventana entornada
y yo escondí la cabeza
debajo de la almohada.
En la Misa de Romeros,
confieso que no he rezao,
no levanté la cabeza
y ni miré al Simpecao.
No quería que la gente
notara que habia llorao.
La Hermandad se fue alejando
buscando mares de pinos
y al volverme tristemente
entré en un bar en mi camino.
Me bebí un vaso de mosto
y qué amargo estaba el vino.
Yo quise dormirme pronto
pa que mi pena acabara
y dando vueltas sin sueño
pensaba en la luna clara
y el llanto, como un rocío,
me iba mojando la cara.
¡Qué pena Madre, qué pena!
este año no puedo ir
andando por las arenas
este año me quedo aquí
sin ver tu cara morena.»
Enviada por: Goro Medina