I
Esa enfermedad que entra
cuando se acaba un querer
no se la deseo a nadie
porque yo sé lo que es.
No hay medicina que cure
lo que me hizo esa mujer:
llamando estubo a mi puerta
y no quiso entrar después.
II
Mis flores no tienen nombre
ni se los quiero poner,
que las bautize el rocío
que llega al amanecer.
Que un día bauticé una
(y) era falsa mi ilusión;
agüita sobre el desierto,
que al tocarla se borró.
III
Cuando llegues a tu casa
pon en agua ese clavel
que los amores se riegan
si no se quieren perder.
Riégalo poquito a poco,
no te pase lo que a mí:
de tanto «queré» a un rosa
de mi mano la perdí.
IV
Cuando me pongo a pensar
si tu querer me conviene
el pensamiento me dice
que busque en otras mujeres.
Y luego callan las voces,
no escucho ni a mi conciencia;
te voy a seguir queriendo
porque el corazón no piensa.
Es una aportación de EL POETA PATATERO
(elpoetapatatero@hotmail.com)