I
Lo encontré al cruzar el puente
una tarde muy temprano
y le dije: -adiós, Cachorro-
a ese Cristo tan gitano.
En su frente una corona
de rosales y de espinos
y la sangre le chorrea
por su semblante divino.
ESTRIBILLO:
Y como no sé rezar,
yo me puse de rodillas
y lo acompañé al portal
de su calle de Castilla.
II
Me quedé mirando un rato
sus heridas y sus llagas
y esos ojos tan oscuros
donde la vida se apaga.
La silueta del madero
en el aire recortada,
el desgarro de sus manos
y la tremenda lanzada.
III
Cuando ya lo tuve cerca
me corrió un escalofrío
y al mirar tanta amargura
sólo le dije: -Dios mío-.
Con los labios «apretaos»
y un puñal en la garganta
le seguí llorando a mares
aquella Semana Santa.
IV
Cada vez que lo recuerdo
hasta el sueño me abandona,
¡qué tremendo sacrificio
el de su santa persona!.
(Y) aún me veo tembloroso
entremedio de la gente
cuando me encontré al Cachorro
muerto en la cruz por el puente.
Es una aportación de EL POETA PATATERO
(elpoetapatatero@hotmail.com)