Que rociero no sueña
con tu bendita mirada
y así pasa cada noche
contando las madrugadas
que le faltan para verte
y gritarte ¡guapa y guapa!
cuando vuelas libremente
por los campos de Doñana.
Qué rociero no sueña
con el romero y la jara,
con la arena del camino,
con el Quema y con sus aguas,
con el Palacio del Rey,
con cruzar por las hoyancas,
con carretas, con pinares,
y el canto de la chicharra.
(Estribillo)
Yo sueño con tu mirada,
bendita Blanca Paloma,
como tantos rocieros
de los que tú eres Pastora.
Y a ver si hubiera uno sólo
que osara decir en mi cara,
que no sueña to los días
con tu divina semblanza.
Que rociero no sueña
con tu carreta de plata
con agarrarse a su vara
hasta llegar a tus plantas,
con sentirte en el costero
el lunes por la mañana
cuanto te vienes y alejas
en la Plaza de Doñana.
Qué rociero osaría
con decirme a mí a la cara
que no enmudecen sus labios
y se quedan sin palabras
cuando enfrente a ti te tiene,
cuando enfrente tú te paras,
cuando te vienes de frente
y tu mirada le clavas.
(Estribillo)
Yo sueño con tu mirada,
bendita Blanca Paloma,
como tantos rocieros
de los que tú eres Pastora.
Y a ver si hubiera uno sólo
que osara decir en mi cara,
que no sueña to los días
con tu divina semblanza.