El domingo amaneció incierto. Nubes y sol se combinaron en la mañana de ayer. La marisma presentaba el mismo aspecto que una ciudad nórdica, con una gran cantidad de agua. El tiempo desapacible no impidió que rocieros venidos de diferentes lugares se fueran acercando con sus niños bien arropados hasta el Santuario de la Blanca Paloma. La Santa Misa de diez, que celebró el párroco de Almonte y capellán de la Hermandad Matriz, José García, fue seguida por fieles que colmaron el Santuario. Mientras, fuera, los bares y quioscos iban acogiendo a los recién llegados. De forma que los alrededores del Santuario presentaban una aglomeración de gente propia de los grandes acontecimientos litúrgicos y festivos que se celebran en la aldea almonteña. A las doce en punto comenzó el acto más esperado, la gente comprensiva iban cediendo lugares a los padres y abuelos que llegaban con los niños. En pocos minutos el templo se puso a rebosar. Comenzó el sacerdote su breve plática, consciente de la incomodidad de los asistentes, hablando del materialismo imperante y de la necesidad de que los padres supieran inculcar a sus hijos los valores cristianos y que intentaran imitar a Jesús que pasó por la tierra haciendo el bien a todos sin distinción. Pidió que elevaran a sus hijos e inició la oración de bendición. Fue muy emocionante y emotivo ver a más de mil niños sobre cabezas y hombros de sus padres para recibir la bendición entre los aplausos de los que tenían las manos libres. El sacerdote bendijo también las estampas con el niño de la Virgen que iban a ser entregadas como recuerdos a los alrededor de 1.500 menores a los que fue signando en la frente la Santa Cruz para después pasar por el camarín de la Virgen donde serían colocados bajo su amparo. Durante todo este tiempo los numerosos tamborileros con sus flautas no cesaron de alegrar el acto con sus sones. Pero esta festividad comenzó en la aldea el día anterior por la noche del sábado con la Vigilia Mariana. Este acto también logró abarrotar el templo de fieles y fue seguido con gran recogimiento y compostura por los asistentes que a pesar de que el tiempo se presentaba inestable se volcó un año más. Fuentes municipales estimaron que esta festividad ha logrado reunir en la aldea desde el sábado a unas 60.000 personas, aunque ayer se superó, casi con toda probabilidad, la cifra llegando a las 80.000. La Virgen del Rocío lució en esta ocasión la ráfaga de rayos que le regalara hace siglos el almonteño y canónico de la catedral hispalense Tello de Eslava. Esta ráfaga es menos habitual y más antigua que la de soles, la de su coronación. Además el altar estaba bellamente adornado por cientos de flores naturales. En esta celebración del cirio pascual encendido previamente el celebrante ofreció luz a los miembros de la hermandad que prendieron en él sus velas para ofrecer sus llamas a todos los fieles que portaban vela. Una vez terminada la celebración como es norma salió la procesión que se desarrolló por el recorrido tradicional que no es otro que el que recorre la Vírgen el lunes de Pentecostés. Ciñéndonos a la actualidad hay que resaltar la brillantez y dignidad con que la Hermandad Matriz y la parroquia organizaron la celebración, que ha congregado en el Rocío un año más a tantos miles de fieles de toda España, llegados no sólo desde Andalucía sino también de otros lugares lejanos como Toledo, Salamanca y Zaragoza. Con el anhelo de presentar a sus hijos a los pies de la Blanca Paloma. Previamente a los actos de la Candelaria, la Hermandad Matriz celebró uno de los actos más emotivos y gratificantes que conoce el movimiento rociero, la admisión de una nueva Hermandad Filial, al recibir oficialmente a la que hace ya el número 106, la Hermandad sevillana de Morón de la Frontera, que llevaba trabajando por este momento desde 1988. La Festividad de la Candelaria es una de las más antiguas del calendario litúrgico, no así la bendición de las candelas que data del siglo X. Nos recuerda el pasaje evangélico de la presentación de María en el templo para purificarse, aunque ella no necesitaba purificación alguna. Y ofrecer a su primogénito a los 40 días de haber nacido para cumplimentar la ley ofreciendo dos palomos o pichones. Esta festividad era celebrada en Almonte desde la antigüedad, especialmente por el gremio de colmeneros. No tenían imagen ni hermandad pero escuchaban misa de alba y después celebraban una corta procesión alrededor de la plaza portando cirios encendidos. Sostenían que si entraban los cirios encendidos en la iglesia era señal de buen año para las colmenas si la mayoría entraban apagados el año sería malo, algunos hacían trampa guareciendo con sus capas los cirios para que no se apagaran. Existía un dicho popular: «para la candelota, inverno fora / pero si llueve o hace vento / inverno dentro». En esta festividad el evangelio narra cómo en el templo se encontraba el anciano Simeón que inspirado por el Espíritu Santo tomó al niño en sus brazos y dio gracias al altísimo, porque sus ojos, habían contemplado al Salvador como le había pedido tantas veces a Dios. Todo esto concuerda con lo anunciado por el arcángel San Gabriel y su prima Santa Isabel a María, pero ahora viene la predicción tremenda de Simeón que sorprendería a María y a José: «Mira, este niño que ves, está destinado a la ruina y Resurrección de muchos en Israel».