No dejaron que el simpecado de la hermandad matriz de Almonte llegara hasta el altar. A las tres horas y 14 minutos de la madrugada, cinco minutos más tarde que el año anterior, se produjo el esperado salto de la reja con lo que se iniciaba la procesión y se ponía fin a la romería. Los días previos era el exterior el que llegaba hasta la aldea en carriolas, a caballo, andando. En ese momento, tres horas y pico del lunes de Pentecostés, el día más festivo de las Marismas, era el interior el que se hacía con la situación. La Blanca Paloma pudo con todo: con el frío de la noche, con el calor del mediodía, incluso con la lluvia que amenazó durante buena parte de la mañana y cristalizó tímidamente poco antes de las once de la mañana, lo que obligó a que la Virgen fuera cubierta con un capote de plástico. Protección que en su regreso a la ermita le fue retirada por la camarista y un niño en tareas de ayudante. La Blanca Paloma pudo con todo: con el frío de la noche, con el calor del mediodía, incluso con la lluvia que amenazó durante buena parte de la mañana y cristalizó tímidamente poco antes de las once de la mañana, lo que obligó a que la Virgen fuera cubierta con un capote de plástico. Protección que en su regreso a la ermita le fue retirada por la camarista y un niño en tareas de ayudante